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domingo, 3 de enero de 2010

La Capacidad de Olvidar

LA CAPACIDAD DE OLVIDAR

Uno de los principales males que aquejan a muchos de nuestros semejantes, y a nosotros mismos, es sin lugar a dudas el hecho de no poder deshacernos de ciertos pensamientos redundantes en torno a algo o alguien que nos ha supuesto un inconveniente o nos ha ocasionado algún contratiempo u ofensa. Se trata de situaciones muy diversas que van desde un comentario desafortunado, sin mayor relevancia, hasta un encontronazo personal que conlleva un enfrentamiento directo entre el un@ y el otr@. Entonces aparece el rencor, la incapacidad para olvidar ese episodio desafortunado. Pasamos, en ocasiones, días y días dando vueltas a aquello que nos ocurrió y que nos resulto ofensivo o desagradable..., a veces regodeandonos en nuestra propia autocompasión o planeando una "justificada" venganza; y a cada ocasión que traemos el pensamiento de aquel "incidente" volvemos a vivirlo, y cada vez que lo vivimos lo vamos a intensificando... En definitiva una nimiedad en ocasiones se convierte en un autenticó drama que hace que rompamos relaciones con un amig@ o que generemos un conflicto totalmente infundado e injustificable.
A razón de estas situaciones me viene a la mente un cuento clásico del cual se puede extraer una enseñanza muy valiosa para hacer frente a este tipo de situaciones, que por otro lado no hacen mas que generar frustración e infelicidad.

Había dos monjes que se caminaban por una senda con el fin de llegar a una ciudad vecina en la cual una gran sabio solía dar charlas para instruir a sus seguidores. Era un sabio que había logrado fama y prestigio espiritual en toda la zona por su ecuanimidad y desapego. Llegados a un punto del camino, se encontraron con que el mismo estaba cortado por la crecida de una río y en la orilla había una joven que lloraba desconsolada, pues debía llegar a su casa antes de que anocheciera para alimentar a sus hijos, pero no podía pasar debido a que la fuerza de las aguas la arrastraría sin remedio dado su carácter liviano. Al ver acercarse a los dos mojes, la joven se dirigió al más joven de ellos aplicándole que la ayudara a cruzar las aguas. El joven monje la miro fijamente para después negarle su ayuda, alegando que le estaba prohibido tocar a mujer alguna según los votos que había jurado. Desesperada le dirigió la misma petición al mayor de los dos monjes. Este aupo a la joven a sus hombros y la ayudo a pasar la parte del camino inundado. La mujer se despidió agradeciendo de corazón su ayuda al hombre.
Era ya muy tarde cuando los mojes se detuvierón en una cueva para descansar. Llevaban un rato intentando conciliar el suelo cuando el joven monje se incorporo y no pudiendo resistir más la tentación recrimino a su compañero el hecho de que hubiera roto su sagrado voto al ayudar a aquella mujer en el río. El monje mayor, sonrió y respondió a su compañero de la siguiente manera: "Estimado amigo, efectiamente esta tarde yo ayude a una mujer que se encontraba desesperada por no poder llegar a su casa a tiempo de alimentar a sus hijos. Creo que mi acción es más que justificada y no creo que nadie se atreva a tacharme en mi conducta. Sin embargo tu llevas con esa mujer a hombros todo el día, pues por lo que se ve no has podido dejar de pensar en ella. ¿Quién de los dos esta rompiendo su voto?"


Nunca las obsesiones han sido buenas compañeras de viaje, y si a ellas unimos el elemento mortificador del pensamiento rencoroso o destructivo, que decir tiene que el que las sufre de alguna manera se esta condenando a un marco de infelicidad y destrucción personal.
No debemos olvidar que solo podemos actuar sobre el presente... no podemos cambiar el pasado y aún no podemos incidir en el futuro. Deberemos tener presente siempre el pasado, pero como aprendizaje, nunca como lastre que nos limita y nos genera desasosiego.
Como en el cuento, en muchas ocasiones se alojan en nuestro pensamiento ideas sobre "el mal actuar" de los demás, ya sea respecto a uno mismo o en general. Esto lejos de suponernos algún enriquecimiento lo único que consigue es limitarnos y generarnos malestar respecto a los demás.
La solución es sencilla: retener el aprendizaje, desechar el pensamiento reiterativo, pues nos hace caer en un circulo vicioso sin solución.

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