Relax

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viernes, 30 de diciembre de 2011

FLORES





Maestro, ¿qué debo hacer para no quedarme molesto?.. Algunas personas hablan demasiado, otras son ignorantes. Algunas son indiferentes. Siento odio por aquellas que son mentirosas y sufro con aquellas que calumnian.

- ¡Pues, vive como las flores!, advirtió el maestro.

- Y ¿cómo es vivir como las flores?, preguntó el discípulo.

- Pon atención a esas flores -continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín.

Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos.

Es posible angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para molestarse... Ejercita pues, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera y perfuma la vida de los demás haciendo el bien.

Ésto, es vivir como las flores.

domingo, 25 de diciembre de 2011

PALABRAS AL VIENTO





Malba Tahan ilustra los peligros de la palabra: una mujer tanto fue pregonando que su vecino era un ladrón, que el muchacho acabó preso. Días después, descubrieron que era inocente; lo soltaron y él procesó a la mujer.
-Hacer unos comentarios no es tan grave - dijo ella al juez.
-De acuerdo -respondió el magistrado- . Hoy, al regresar a su casa, escriba todo lo que habló mal sobre el joven, después pique el papel y vaya tirando los trocitos por el camino. Mañana vuelva para escuchar la sentencia.
La mujer obedeció y volvió al día siguiente.
-Está perdonada si me entrega los pedazos de papel que tiró ayer. En caso contrario, será condenada a un año de prisión- declaró el magistrado.
-Pero eso es imposible! ¡El viento ya ha dispersado todo!
-De la misma manera, un simple comentario puede ser esparcido por el viento, destruir el honor de un hombre y después es imposible arreglar el mal ya hecho.
Y envió a la mujer a la cárcel.

viernes, 23 de diciembre de 2011

EL DÍA Y LA NOCHE




"¿Día o noche?" Preguntó un maestro a sus discípulos para ver si sabrían decir cuándo acababa la noche y empezaba el día.

Uno de ellos dijo: "Cuando ves a un animal a distancia y puedes distinguir si es una vaca o un caballo".

"No", dijo el maestro.

Otro dijo: "Cuando miras un árbol a distancia y puedes distinguir si es un mango o un naranjo".

"Tampoco" dijo el maestro.

"Está bien", dijeron los discípulos, "dinos cuándo es".

A lo que el maestro respondió: "Cuando miras a un hombre al rostro y reconoces en él a tu hermano; cuando miras a la cara a una mujer y reconoces en ella a tu hermana. Si no eres capaz de esto, entonces, sea la hora que sea, para ti... ¡aún es de noche!".

martes, 20 de diciembre de 2011

EL BAMBU




Un día decidí darme por vencido…
Fui al bosque para tener una última charla con Dios.
"Dios", le dije. "¿Podrías darme una buena razón
para no darme por vencido?"

Su respuesta me sorprendió…"
-Mira a tu alrededor", Él dijo.

"Ves el helecho y el bambú?"
"Sí", respondí.
"Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú,
las cuidé muy bien. Les di luz. Les di agua.

El helecho rápidamente creció.
Su verde brillante cubría el suelo.
Pero nada salió de la semilla de bambú.
Sin embargo no renuncié al bambú.
En el segundo año el helecho creció
más brillante y abundante
y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú.
-Pero no renuncié al bambú." Dijo Él.
"En el tercer año, aun nada brotó de la semilla de bambú.
Pero no renuncié" me dijo.

"En el cuarto año, nuevamente,
nada salió de la semilla de bambú.
"No renuncié" dijo.

"Luego en el quinto año
un pequeño brote salió de la tierra.
En comparación con el helecho
era aparentemente muy pequeño
e insignificante.

Pero sólo 6 meses después
el bambú creció a más de 100 pies de altura (20mts).
Se la había pasado cinco años echando raíces.
Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron
lo que necesitaba para sobrevivir.

"No le daría a ninguna de mis creaciones
un reto que no pudiera sobrellevar".

Él me dijo.
"¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando,
realmente has estado echando raíces?"
"No renunciaría al bambú. Nunca renunciaría a ti.
"No te compares con otros" me dijo.

"El bambú tenía un propósito diferente al del helecho,
sin embargo, ambos eran necesarios
y hacían del bosque un lugar hermoso".

"Tu tiempo vendrá" Dios me dijo. "¡Crecerás muy alto!"

"¿Qué tan alto debo crecer?" pregunté.
"¿Qué tan alto crecerá el bambú?" me preguntó en respuesta .
"¿Tan alto como pueda?" Indagué.

Nunca te arrepientas de un día en tu vida.
Los buenos días te dan felicidad.
Los malos días te dan experiencia

Ambos son esenciales para la vida. Continúa…

miércoles, 14 de diciembre de 2011

EGO




Erase una vez....un científico que descubrió el arte de reproducirse a sí mismo tan perfectamente que resultaba imposible distinguir el original de la reproducción.
Un día se enteró de que andaba buscándole el Ángel de la Muerte, y entonces hizo doce copias de sí mismo.El ángel no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante si era el científico, de modo que los dejó a todos en paz y regresó al cielo.
Pero no por mucho tiempo, porque, como era un experto en la naturaleza humana, se le ocurrió una ingeniosa estratagema.
Regresó de nuevo y dijo: "Debe de ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo, sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto".
El científico pegó un salto y gritó: "¡Imposible! ¿Dónde está el defecto?".
"Justamente aquí", respondió el ángel mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo.
"Todo lo que hace falta para descubrir al 'ego' es una palabra de adulación o de crítica".

domingo, 11 de diciembre de 2011

EL GLOBO




Una vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gente había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse enla plaza principal, en donde estaban los juegos y los puestitos deventa de cuanta cosa linda una pudiera imaginarse.Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejos populares. Había venido de lejos todo un circo, con payasos y equilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacían hacer pruebas y cabriolas.
Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía de todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido, o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar algunos.Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, en un momento en que toda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, hizo algo extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estaba clarito, y el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba, rumbo hacia el cielo, empujado lentamente hacia el oeste por el viento quieto de aquella hora.
El primer niño gritó:-¡Mira mamá un globo!
Inmediatamente fueron varios más que lo vieron y lo señalaron a sus chicos o a sus más cercanos. Para entonces, el vendedor ya había soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida al cielo.
Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejores colores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que una tropilla de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá le comprara un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo.
Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos,consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, y que eran muchos. Porque realmente tenía globos de todas formas,tamaños y colores.
En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire.
Había allí cerca un niño, que con dos lagrimones en los ojos,miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si un honda angustiase hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, se dio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó a tomarlo.
-Te lo regalo, pequeño-le dijo el hombre con cariño, insistiéndole para que lo tomara.
Pero el niño, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño que era entonces lo que lo entristecía.
Y el le contestó, en forma de pregunta:
-Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí ¿Será que subetan alto como los otros globos de colores?
Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:
-Haz tu mismo la prueba. Sueltalo y verás como también tu globo sube igual que todos los demás.
Con ansiedad y esperanza, soltó lo que había recibido, y su alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmentelo mismo que habían hecho los demás globos. Se puso a bailar, a palmotear, a reírse de puro contento y felicidad.
Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita, le dijo con cariño:
-Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni el color, sino lo que tiene adentro.

lunes, 5 de diciembre de 2011

CAMBIOS





Los cambios siempre deben iniciarse en nuestro interior. Si conseguimos cambiar nuestra forma de ver el mundo, el mundo cambiara.

En relación con esta reflexión encontré un bonito cuento y contiene una bella lección....


Don Ramiro era un fabricante de muñecos. Desde pequeño le había gustado fabricar todo tipo de muñecos en diferentes materiales. Era un hombre muy hábil, pero muy egoísta, por esa razón no tenía amigos. No había querido casarse y aún menos tener hijos. Para él, siempre estaban primero sus necesidades que las de cualquier otra persona. Era avaro con sus empleados y no conocía la caridad.

No era un hombre querido, pero eso jamás le había importado. Desde joven, había vivido en la más absoluta soledad. Ya anciano, con el peso de los años y la soledad sobre sus espaldas, empezó a preguntarse por qué había llegado a esa edad con la única compañía de sus inanimados muñecos.

Pasaba el día pensando en qué era lo que había hecho mal, pero su mente acostumbrada a pensar primero en él, no le permitía darse cuenta que una vida de egoísmo se paga con la soledad más absoluta.

Una noche, el anciano estaba trabajando en lo que llamaba su “obra maestra”, un gran muñeco de madera a escala natural que, en rigor de verdad, mucho se le parecía.

El muñeco tenía un gesto adusto, una expresión poco simpática. Daba la impresión que estaba hecho para ahuyentar a los niños y no atraerlos.

Cansado de trabajar, se quedó dormido sobre el muñeco.

– Esta es mi oportunidad – Dijo su angelito de la guarda, que dicho sea de paso, tenía las alitas caídas por la tristeza de no haber podido cambiar el destino del anciano.

El ángel había tratado toda la vida ablandar el corazón de Don Ramiro, pero le había sido imposible. Parecía que el anciano poseía una fría roca, en lugar de un tibio corazón.

Viendo que el hombre estaba profundamente dormido y sin siquiera tocarlo, levantó al gran muñeco de madera y le dijo:

– Tu me vas a ayudar.

El angelito despertó al anciano, le guiñó un ojo y lo saludó afectuosamente.

Don Ramiro, no salía de su asombro. Supuso que estaba soñando, pero cuando el pícaro ángel le tiró de la oreja, se dio cuenta que lo que ocurría era real.

– ¡Mira que me has dado trabajo hombre! – Exclamó el ángel.

– ¡No puede ser, es imposible! – Exclamó el hombre.

– ¿Qué es lo que no puede ser? ¿Que tu ángel te de un tirón de orejas? Se que no es común, pero no me has dejado otra opción ¡Toda la vida tratando de ablandar esa roca que tienes por corazón!

– No entiendo, no entiendo – Decía Don Ramiro tomándose la cabeza y caminando hacia atrás.

– ¿Qué es lo que no entiendes? ¿Qué te haya tirado de la oreja o cómo llegaste a este punto tan triste de tu vida? Lo primero ya te lo expliqué, eres duro de entendederas. Ahora te explicaré lo realmente importante, siéntate.

El ángel intentó tomar la mano al anciano, quien la retiró como si hubiese tocado una brasa caliente.

– Yo puedo solo – Dijo molesto y se sentó dispuesto a escuchar, pero no de muy buena gana.

– Será mejor que te explique de modo que puedas entender.

Tomó la “obra maestra” que Don Ramiro estaba fabricando y dijo:

– Haremos de cuenta que éste eres tu. Cada parte de este muñeco te pertenece. Está armado como si fueses tu mismo y cobra vida. Veremos cómo se comporta.

– ¿Cómo pretendes que se comporte? No es más que un muñeco – Dijo enojado Don Ramiro.

– Veo que seguimos sin entender. Ya no es un muñeco, eres tu mismo y a través de él, voy a mostrarse qué te llevó a estar en la más absoluta soledad – Replicó el angelito.

El muñeco comenzó a moverse toscamente. Se parecía bastante al anciano en sus rasgos, pero sobre todo en su mirada: fría y hostil. Dio vuelta su cabeza de madera de un lado hacia el otro, mirando a los otros muñecos y se detuvo en Don Ramiro, quien no salía de su estupor.

Emocionado, por primera vez en su vida, el anciano quiso tomar la fría mano del muñeco, pero éste la retiró del mismo modo que él lo había hecho con el ángel momentos atrás.

El muñeco era su obra maestra, casi ese hijo que no había querido tener ¿cómo era posible entonces que se negara a tomar su mano?

Intentó acariciarle el cabello hecho con lana oscura y una vez más sintió el rechazo de su criatura.

– Es evidente que no quiere relacionarse contigo – Dijo el angelito – Déjalo, a ver si lo quiere hacer con todos los otros muñecos que tienes aquí.

El ángel movió su mano y el muñeco giró su cabeza mirando hacia las estanterías repletas. Lejos de caminar hacia sus iguales, se alejó a un rincón del taller y ahí se quedó sólo. Se apoyó contra la pared y fue cayendo hasta quedar sentado.

– Esta visto que está hecho a tu imagen y semejanza, no quiere relacionarse con nadie y terminará como tu, sólo y sin ser amado.

El anciano caminó hasta el rincón y una vez más lo quiso tomar de la mano para ayudarlo a levantarse.

– Yo puedo solo – Dijo el muñeco y se levantó por las suyas.

– No se a quién me recuerda – Dijo con cierta picardía el angelito – ¿Te das cuenta que actúa igual que tu? No quiere estar con nadie, no quiere que nadie lo toque. Terminará sus días solo, como tu lo estás y lo seguirás estando si no cambias de una buena vez.

– ¿Eso hice yo con el muñeco más hermoso de todos los que fabriqué? – Preguntó en voz alta y con lágrimas en los ojos el anciano.

– No – respondió el ángel muy serio esta vez – Eso hiciste contigo y con tu vida, que es mucho peor.

– ¿Puedes darle otro destino? No quiero que mi muñeco sea lo que es – Sollozó Don Ramiro,

– Imposible. Yo protejo hombres, no muñecos. Si hasta ahora no he podido cambiarte a ti, mal podría cambiar a esta criatura de madera. Aunque, a decir verdad, tu corazón es tan duro que tal vez sea más fácil cambiar el de este muñeco que el tuyo.

– Hazlo entonces, no quiero que sufra – Pidió el anciano.

– Imposible – Volvió a contestar el angelito- Hazlo tu, ya te dije, yo me encargo de ustedes los hombres y los hombres de sus criaturas y sus vidas. Empieza por cambiarle esa fea expresión que tiene. Nadie querrá comprarlo, los niños llorarán al verlo.

Y prosiguió:

– Imagina si tu sufres por la soledad de un muñeco de madera, cuánto más he sufrido yo por tu aislamiento y egoísmo. Creo que empiezas a entender. Te dejo para que puedas pensar, pero no te dejo solo, aunque tampoco me quieras a mi, yo siempre estaré contigo.

Dicho esto el ángel se esfumó.

El anciano quedó mirando al muñeco cuya efímera vida se esfumó, solo en su taller, como siempre había querido estar, rodeado nada más que de seres de madera, tela o cartón.

El haber visto reflejada la soledad en su criatura más amada y las palabras del ángel, lo hizo reflexionar sobre su propia vida.

Lo primero que hizo fue cambiar la expresión del muñeco, lo hizo sonriente y afable. Lo colocó en la vidriera y se quedó viendo cómo lo miraba la gente que pasaba. La reacción era diferente. Tomó entonces, todos y cada uno de los muñecos y les cambió la expresión a todos. Colocó los más que pudo también en la vidriera y vio, que la gente se acercaba aún más.

Decidió pararse en la puerta del comercio a ver qué pasaba.

Se detuvo una señora con su pequeño, quien miraba con gran entusiasmo los sonrientes muñecos, ahora mucho más atractivos. En un momento, el niño levantó su mirada y al ver el adusto gesto del anciano, rompió en llanto y se escondió en las polleras de su madre.

Don Ramiro se dio cuenta que no era suficiente con cambiar la expresión de los muñecos, debía cambiar él en primera instancia para revertir su soledad.

Y así lo hizo, remodeló su comercio, pinto caras alegres y por sobre todo se dibujó una sonrisa en su rostro y en su alma. Poco a poco la gente fue conociendo a otro Ramiro y lo empezó a querer.

El anciano jamás terminaría de agradecer a su angelito el bien que le había hecho. Un angelito que, dicho sea de paso, ahora tenía sus alitas bien erguidas y orgullosas.

(de Liana Castello)

viernes, 25 de noviembre de 2011

EL GENIO





En la India, había una familia muy pobre que carecía de todo y pasaban muchas necesidades, mientras que a su vecino no le faltaba de nada y vivía en una casa magnífica rodeada de un esplendoroso jardín. La mujer del hombre pobre era bastante envidiosa y se preguntaba de dónde habría sacado los bienes su vecino, así que decidió espiarle y un día vio que el vecino daba tres palmadas y al instante aparecía un genio que llevaba una enorme espada en la cintura; el vecino le dio todo tipo de órdenes sobre el mantenimiento, limpieza y abastecimiento de la casa y el genio las cumplió de inmediato. La mujer volvió corriendo donde estaba su marido y le contó lo que había visto. "Tienes que pedirle que nos preste el genio, así tendremos de todo como él y dejaremos de pasar penalidades", le dijo entusiasmada.

El marido era un poco reacio, pero ante la constante insistencia de la mujer accedió a ir a hablar con el vecino. Llamó a la puerta y su vecino le abrió: "Hola, vecino, vengo a pedirte un grandísimo favor. Mi mujer ha visto que tienes un genio que te ayuda a realizar todas las tareas de la casa y que te consigue todo lo que le pides, nosotros no tenemos nada y pasamos muchas penurias, me gustaría que me prestaras una temporada al genio para así poder dejar de ser tan pobres y conseguir tener algunos bienes" le dijo con gran vergüenza.

El vecino le miró compasivo y contestó: "De acuerdo, te prestaré a mi genio, pero te advierto que no es tan fácil como parece. Cuando se invoca a este genio hay que estarle mandando hacer cosas constantemente, porque si no se hace así, se enfadará y con la gran espada que lleva a la cintura te cortará la cabeza; te lo advierto de nuevo, no es tan fácil como parece estarle mandando cosas constantemente, así que ten mucho cuidado. Mira yo me marcho de viaje y tardaré un par de días en volver, te lo dejo ese tiempo. Lo único que tienes que hacer para invocar al genio es dar tres palmadas y él aparecerá ante tí".

El marido volvió corriendo con gran alegría hasta donde estaba su esposa: "Mira, me ha dejado la jarra que contiene el genio y está a nuestra disposición mientras nuestro vecino esté de viaje. ¡Lo he conseguido! Dejaremos de ser pobres, tendremos de todo y nada faltará a nuestros hijos. ¡Qué alegría!".

La mujer estaba muy impaciente por empezar a pedir cosas y le dijo que invocara al genio de inmediato. El marido dio tres palmadas y al instante el genio apareció ante ellos entre una nube de humo, era impresionante por su gran tamaño, sus lujosas ropas y por la enorme espada que portaba a la cintura: "Hola mi amo, dime qué deseas" dijo el genio.

Tanto el esposo como la mujer se pusieron muy contentos de tener a su disposición al genio y comenzaron a pedir de inmediato: "Quiero que nos construyas una mansión espléndida", dijo la mujer.

El genio chasqueó los dedos y al instante apareció ante ellos una mansión magnífica, muy grande y vistosa. Los esposos se quedaron maravillados ante la belleza y esplendor de la mansión y comenzaron a dar saltos de alegría. "Ahora llena la mansión de estupendos muebles", continuó el marido. El genio volvió a chasquear los dedos y la mansión se llenó de unos muebles muy lujosos. "Ahora queremos buenos ropajes para nosotros y para nuestros hijos", este deseo también se vio satisfecho al instante y así sucesivamente con todo lo que iban pidiendo, todos su deseos eran cumplidos de inmediato.

Cuando el matrimonio y sus hijos estuvieron vestidos con muy buenas ropas e instalados en al mansión se les ocurrió pedir los más ricos manjares que se pudieran concebir para así poder comer hasta saciarse, cosa que nunca habían hecho.

"Bueno, genio, ahora déjanos un rato mientras comemos esta espléndida comida que nos has traído", dijo el marido; pero el genio se le quedó mirando fijamente y le dijo: "Mi amo, ¿qué más deseas ahora?". Al ver que no le decían nada, ya que estaban comiendo con avidez, el genio puso cara de enfado y comenzó a desenvainar muy lentamente su espada. El marido se puso pálido y comenzó a balbucear: "Espera, espera, ahora quiero que me hagas un magnífico jardín"; el genio chasqueó los dedos y el jardín estuvo construido al instante. Así que apenas pudieron disfrutar de la estupenda comida ya que tenían que seguir ordenado cosas al genio. Le hicieron construir un estanque y un riachuelo en el jardín, luego un puentecito sobre el riachuelo, pronto se les acabaron las ideas sobre qué pedir al genio, así que este volvió a enfadarse y comenzó a desenvainar la espada. Entonces le mandaron que deshiciera algunas de las cosas que había construido y luego que las volviera a construir porque ya no sabían que más mandarle. "Quita el puente del riachuelo, deshaz el estanque, vuelve a hacerme otro estanque mejor, cambia los muebles de la casa...", le mandaban ya casi con angustia por que todas las órdenes eran cumplidas al instante y no podían parar ni un momento ya que el genio se enfadaba y les amenazaba con su espada.

Al llegar la noche apenas pudieron dormir ya que tenían que turnarse para dar órdenes al genio y así siguieron de muy mala manera ya que el genio en seguida estaba presto a sacar la espada y cortarles la cabeza en cuanto dejaban de mandarle cosas constantemente.

Al segundo día ya no podían más y el marido acudió muy temprano a la casa del vecino para ver si había regresado. Llamó a la puerta y el vecino le abrió. "Tienes que ayudarle", le dijo angustiado, "no puedo más, el genio no me deja vivir, ni disfrutar de todo lo que me ha dado; ya no sé que más mandarle y en cualquier momento va a acabar cortándome la cabeza, estoy desesperado, no sé que voy a hacer".

El vecino le miró con comprensión y le dijo: "Te lo advertí, no es fácil estar dándole ordenes siempre; pero no te preocupes yo sé como dominar al genio".

Juntos acudieron a la casa del matrimonio y el vecino ordenó al genio: "Genio, construye un pozo en el jardín que llegue hasta el centro de la tierra"; el genio chasqueó los dedos y al instante el pozo estuvo construido. "Bien, ahora coloca un poste en el centro del pozo que también llegue hasta el centro de la tierra" y el genio lo hizo. "Muy bien, ahora quiero que subas y bajes por el poste hasta que yo te diga"; con lo que el genio se puso a subir y bajar por el poste.

El vecino se volvió hacia el hombre y le dijo "Ves, no era tan difícil dominar al genio, pero hay que saber cómo hacerlo y qué ordenarle". Éste suspiró aliviado ya que algo que en un principio había creído ser una cosa estupenda se había transformado en una angustia ya que varias veces había estado a punto de perder la cabeza.

Al cabo de bastante tiempo el genio llamó a su amo para decirle que estaba cansado de subir y bajar por el poste, y que si le dejaba volver a su jarra, él solo haría lo que le mandaran sin agobiar a su dueño y sin utilizar más la espada.


ESTO ES UN CUENTO PARA EXPLICAR LA MEDITACIÓN DE CONCENTRACIÓN EN LA RESPIRACIÓN:

EL GENIO ES NUESTRA MENTE Y NUESTROS PENSAMIENTOS, QUE SIN CONTROL NOS PUEDEN LLEGAR A HACER PERDER LA CABEZA YA QUE NOS RECLAMAN HACER ALGO CONSTANTEMENTE. EL POSTE Y EL POZO SON LA RESPIRACIÓN, DE MANERA QUE POR MEDIO DE CONCENTRAR NUESTRA MENTE EN LA RESPIRACIÓN PODEMOS LLEGAR A CONTROLARLA PARA QUE NO NOS VUELVA LOCOS; YA QUE SI LA CONCENTRAMOS EN LA RESPIRACIÓN EL TIEMPO SUFICIENTE LA MENTE ACABA CANSÁNDOSE Y SE RENDIRÁ DE MODO QUE LOGREMOS SER NOSOTROS LOS QUE DOMINEMOS A NUESTRA MENTE Y NO ELLA LA QUE NOS DOMINE A NOSOTROS...

jueves, 24 de noviembre de 2011

LA FELICIDAD




El concepto de felicidad es muy diferente de unas personas a otras y aunque hay cosas y sensaciones que pueden ser comunes, los gozos de unos pueden ser la pesadilla de otros; así, el escalador es feliz arriesgando su vida para vencer a la montaña mientras que una persona normal sentiría pánico por verse expuesta a esos riesgos.

Algunas personas son felices llevando una vida tranquila y segura mientras otras se mueren de aburrimiento si no hay en su vida cambios, novedades y fuertes excitaciones.

La felicidad depende más de lo que ocurre dentro que de lo que nos sucede fuera; de las ideas que tenemos sobre nosotros mismos y sobre la vida.

Depende de todos los misterios que viven en el Bosque Mágico de tu Mente.

Dentro de tu mente lo tienes todo.
El Sol y la Luna, Las montañas y los valles.
Los colores del amanecer y las sombras de la noche.
La alegría de las cascadas y la niebla espesa que empapa el alma de nostalgias infinitas.

Si buscas dentro de tu mente, siempre encontrarás razones para ser feliz y también para permanecer en la tristeza.

Porque tu felicidad no depende de lo que haces ni tampoco de lo que tienes.
No depende de cómo sea tu cuerpo ni de que tengas más o menos dones.

Sólo depende de lo a gusto que estés
con lo que haces,
con lo que tienes,
con tu cuerpo
y con tus dones.

Básicamente, la Felicidad depende de que realmente quieras ser feliz y estés tan a gusto contigo mismo como para poder sentir todo el Amor de la Vida que te ha permitido existir.

EL TREN





Hace algún tiempo atrás, leí un libro
que comparaba la vida con un viaje en tren.
Una lectura extremadamente interesante,
cuando es bien interpretada.

La vida no es más que un viaje por tren:
repleto de embarques y desembarques, salpicado
de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.

No obstante esto no impide que se suban
otras personas que
serán muy especiales para nosotros.

De las personas
que toman este tren, habrá también
los que lo hagan
como un simple paseo

Otros que encontrarán solamente tristeza
en el viaje…

Y habrá otros que, circulando
por el tren, estarán siempre
listos en ayudar a quien lo necesite.

Muchos al bajar,
dejan una añoranza permanente…

Otros pasan tan desapercibidos
que ni siquiera nos damos cuenta
que desocuparon el asiento.

Es curioso constatar que algunos pasajeros,
quienes nos son más queridos,
se acomodan en vagones distintos al nuestro.

Por lo tanto,
se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos.

Desde luego, no se nos impide
que durante el viaje,
recorramos con dificultad nuestro vagón
y lleguemos a ellos...

Pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.

No importa; el viaje se hace de este modo:
lleno de desafíos, sueños, fantasías,
esperas y despedidas... pero jamás regresos.

Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible.

Tratemos de relacionarnos bien con todos
los pasajeros, buscando en cada uno, lo mejor de ellos.

Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos…

Ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.

El gran misterio, al fin,
es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos,
mucho menos dónde bajarán
nuestros compañeros,
ni siquiera el que está sentado
en el asiento de al lado.

Me quedo pensando si cuando baje del tren,
sentiré nostalgia... Creo que sí.

Separarme de algunos amigos
de los que hice en el viaje será doloroso.

Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento,
llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción
de verlos llegar con un equipaje
que no tenían cuando embarcaron.

Lo que me hará feliz, será pensar
que colaboré con que el equipaje
creciera y se hiciera valioso.

Amigo mío, hagamos que nuestra estadía
en este tren sea tranquila,
que haya valido la pena.

Hagamos tanto, para que cuando
llegue el momento de desembarcar,
nuestro asiento vacío, deje añoranza
y lindos recuerdos
a los que en el viaje permanezcan.

A tí, que eres parte de mi tren, te deseo un...
¡¡¡Feliz viaje!!!

sábado, 19 de noviembre de 2011

EL COFRE





Hace muchísimos años, vivía en la India un sabio, de quien se decía que guardaba en un cofre encantado un gran secreto que lo hacia ser un triunfador en todos los aspectos de su vida y que, por eso, se consideraba el hombre mas feliz del mundo. Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta intentaron robarlo para obtener el cofre, pero todo era en vano. Mientras mas lo intentaban, mas infelices eran, pues la envidia no los dejaba vivir. Así pasaban los años y el sabio era cada día mas feliz. Un día llego ante él un niño y le dijo: "Señor, al igual que tu, también quiero ser inmensamente feliz. "Por qué no me enseñas que debo hacer para conseguirlo"? El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo: "A ti te enseñaré el secreto para ser feliz.

Ven conmigo y presta mucha atención. En realidad son dos cofres en donde guardo el secreto para ser feliz y estos son mi mente y mi corazón, y el gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo de la vida".

El primer paso, es que debes quererte a ti mismo, y todos los días al levantarte y al acostarte, debes afirmar: yo soy importante, yo valgo, soy capaz, soy inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mí, no hay obstáculo que no pueda vencer: Este paso se llama autoestima alta.

El segundo paso, es que debes poner en práctica todo lo que dices que eres, es decir, si piensas que eres inteligente, actúa inteligentemente; si piensas que eres capaz, haz lo que te propones; si piensas que eres cariñoso, expresa tu cariño; si piensas que no hay obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas. Este paso se llama motivación.

El tercero paso, es que no debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es, ellos alcanzaron su meta, logra tu las tuyas.

El cuarto paso, es que no debes albergar en tu corazón rencor hacia nadie; ese sentimiento no te dejará ser feliz, tú perdona y olvida.

El quinto paso, es que no debes tomar las cosas que no te pertenecen, recuerda que de acuerdo a las leyes de la naturaleza, mañana te quitaran algo de más valor.

El sexto paso, es que no debes maltratar a nadie; todos los seres del mundo tenemos derecho a que se nos respete y se nos quiera.

Y por último, levántate siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu alrededor y descubre en todas las cosas el lado bueno y bonito; piensa en lo afortunado que eres al tener todo lo que tienes; ayuda a los demás, sin pensar que vas a recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus cualidades y dales también a ellos el secreto para ser triunfador y que de esta manera, puedan ser felices"...

sábado, 12 de noviembre de 2011

LA LUNA




Ryokan, un maestro zen, vivía de la forma más sen­cilla posible en una pequeña choza al pie de una monta­ña. Cierto día, por la tarde, estando él ausente, un ladrón se introdujo en el interior de la cabaña, solo para des­cubrir que no había allí nada que pudiese ser robado.

Ryokan, que regresaba entonces, se encontró, con el ladrón en su casa.

- «Debes haber hecho un largo viaje para venir a visitarme», le dijo, «y no sería justo que volvieras con las manos vacías. Por favor, acepta mis ropas como un regalo».

El ladrón estaba perplejo, pero al fin cogió las ropas y se marchó.

Ryokan se sentó en el suelo, desnudo, contem­plando la luna a través de la ventana.

- «Pobre her­mano», se decía. «Ojalá pudiese haberle dado esta maravillosa luna»

miércoles, 9 de noviembre de 2011

AVARICIA




Un avaro enterró su oro al pie de un árbol que se alzaba en su jardín. Todas las semanas lo desenterraba y lo contemplaba durante horas. Pero, un buen día, llegó un ladrón, desenterró el oro y se lo llevó. Cuando el avaro fue a contemplar su tesoro, todo lo que encontró fue un agujero vacío.

El hombre comenzó a dar alaridos de dolor, al punto que sus vecinos acudieron corriendo a averiguar lo que ocurría. Y, cuando lo averiguaron, uno de ellos preguntó:

- “¿Empleaba usted su oro en algo?”

- “No”, respondió el avaro. “Lo único que hacía era contemplarlo todas las semanas”.

- “Bueno, entonces”, dijo el vecino, “por el mismo precio puede usted seguir viniendo todas las semanas y contemplar el agujero”.

viernes, 4 de noviembre de 2011

EL ARROYO




El inquieto hijo de un rico mercader, se dirigía de nuevo a su hogar, después de licenciarse. Por el camino, parose a reponer fuerzas y se sentó junto a un arroyo serpenteante de aguas cristalinas y musicales. Observándolo, su imaginación le brindó la idea de que él era como aquellas aguas, que repicaban frenéticas contra las rocas de sus lindes sin saber adonde éstos las conducían. Su rumor, le pareció una queja desesperada de éstas, pues podían correr sólo con la velocidad que mandaba la pendiente, y sólo en el camino que marcaba su cauce.

Sus educadores habían llenado su cabeza de conocimientos. La aritmética aprendida habría de servirle algún día para llevar el negocio de su padre. El dominio del lenguaje lo había convertido en un buen orador capaz de expresarse con soltura. La lectura de los viejos sabios, le había proporcionado respuestas a cientos de problemas cotidianos, tanto triviales como complejos. El disfrute de las artes deleitaba sus sentidos enriqueciendo su alma. Y sin embargo, allí, absorto en aquel pensamiento, se sintió como aquel pobre arroyo, acaudalado en conocimientos y a la vez preso de un cauce. Y decidió entonces que no quería ser como él, decidió que quería ser como una corriente en el océano. Libre de cauce y pendiente. Libre para viajar con el rumbo y la velocidad que solo él decidiera.

Tomó de nuevo camino, pero sin dejar esa idea atrás. Y empezó a preguntarse que era lo que le podía faltar en lo aprendido para dejar de ser arroyo y convertirse en corriente. Llegó a casa cuando el sol ya tocaba tierra por el oeste, y ni siquiera la fatigosa jornada de viaje había borrado esta pregunta de su mente. Al despertar al día siguiente, se dispuso a visitar a su amado padre. Por el camino hacia el salón donde éste le esperaba impaciente, notó en todo sirviente con el que se cruzó, un ademán de respeto desconocido. Todos lo saludaron con su nombre, y no con el tratamiento que se solía dar a los jóvenes ricos por aquellos lugares. Aquello le hizo sentirse incómodo de tal manera, que fue inclinándose ante cada uno ellos diciendo; - No merezco tal honor, soy arroyo y no corriente, tan solo arroyo. Los sirvientes sonreían por tal ocurrencia, sin tener, por supuesto, remota idea de a qué hacía referencia su joven amo. Y su confesión, aunque incomprendida, le hizo sentirse bien. Y empezó a correr, repitiéndolo sin cesar en voz alta;

- "¡Soy arroyo y no corriente!"

El abrazo de su padre también le resultó extraño, lejos de sentirlo carente de afecto, le pareció solemne y ceremonial.

- "¿Qué pasa padre?. Preguntó el joven con sorpresa. ¿Por qué tu abrazo no es el de siempre?"

- "Es el orgullo que me provocas hijo, que no me deja apretar más los brazos", respondió el padre visiblemente emocionado. "Ayer me visitó el Gran Maestro, y me dijo que tú eres el elegido este año. Irás a conocer al Viejo Sabio."

Era tradición en aquella tierra, que los maestros escogieran, de entre sus discípulos licenciados, aquel que consideraran había aprovechado con más éxito sus enseñanzas. El premio era ir a conocer al Viejo Sabio. Maestro de maestros, erudito entre eruditos, se decía que si una pregunta tenía respuesta, él la conocía.

Marat, que así se llamaba el joven, vio en este honor la oportunidad de conocer la solución a la cuestión que se había instalado en su corazón, desde su alto en aquel arroyo. Sin perder tiempo se dispuso entusiasmado a emprender su viaje, el Viejo Sabio vivía a más de tres días de camino, en La Montaña De Los Pensadores. Donde antes que él, habían morado importantes sabios desde tiempos perdidos ya para la memoria de su pueblo.

Al llegar al lugar donde vivía el anciano, le sorprendió que éste vivía en una modesta choza rodeada de un magnifico jardín, como jamás había contemplado. La puerta estaba abierta, y el joven se aventuró a atravesar el umbral sin pedir permiso. El Viejo Sabio estaba sentado junto a un fuego en el que estaba calentando una tetera.

El Joven hizo una reverencia saludando respetuosamente y esperó a que el maestro le contestara. Éste parecía de lo más corriente, ni siquiera su ademán le pareció el de alguien a quien se le atribuía tanta sabiduría.

- "Y dime muchacho, ¿te apetece una taza de té? Debes estar agotado de tu viaje", espetó el anciano.

Marat aceptó el ofrecimiento, y alentado por el maestro pasó a relatarle como aquel arroyo le había sugerido la idea de que su educación le parecía incompleta, pues se sentía que ésta no le confería la cualidad de alcanzar nada nuevo. Que sólo daba solución a lo conocido, y que se sentía limitado por ella. Que él quería ser libre como una corriente en el océano. Y que daba gracias por haber tenido el gran honor de poder visitarle, pues confiaba en que un gran sabio como él le diría qué le faltaba para lograr su deseo.

El anciano se incorporó y anduvo unos pasos hasta colocarse frente a la ventana desde donde podía contemplar su jardín.

- "Este bello y armonioso jardín es creación mía", dijo. "Cada brizna de hierba está plantada con estas manos cansadas. Aunque crezca bañada por el sol y regada por la lluvia, yo siempre la mantengo a la medida que quiero. He levantado cada roca que decora este jardín y la he colocado exactamente donde deseaba. Si alguna de ellas me pareció no estar en armonía, la he hecho añicos para eliminarla. Antes de plantar ni un solo árbol o planta, arranqué todas las malas hierbas. Y sigo arrancándolas cada día aunque insistan en rebrotar. Obsérvalo bien, no hay nada en él dejado al azar. Es tal y como lo imaginé cuando todo esto era apenas un desierto yermo. Incluso el canto de los pajarillos que ahora lo habitan, estuvo primero en mi mente. Es tal y como yo quiero que sea."

Marat estaba maravillado observando aquel hermoso jardín y escuchando las palabras de aquel anciano, de quien esperaba la solución a su problema.

- "Nada más te enseñaré hoy", sentenció el anciano. "Si realmente quieres obtener la respuesta, deberás aprenderla por ti mismo, pues así tendrá un efecto que no tendría si la obtienes de mis labios. Si realmente la quieres, disponte a pagar el precio que vale."

El joven estaba decidido a obtener lo que había venido a buscar.

- "Estoy dispuesto a pagar el precio, Maestro", dijo con determinación. "Sepa que mi padre es un comerciante muy rico, y acepte el hermoso corcel que me ha regalado para hacer este viaje, como adelanto por sus enseñanzas."

- "No seas necio", dijo el sabio, "el precio lo pagarás tú y no tu padre. Monta tu caballo tomando dirección al norte, y cuando hayas cruzado el río desmonta en la primera pradera que encuentres, libéralo de toda carga y siéntate a esperar. No pierdas ningún detalle. Sí joven, lo primero que tienes que aprender, te lo enseñará un caballo. Luego vuelve, la segunda lección te la dará el río."

Las primeras praderas estaban apenas a media jornada de camino. Cuando Marat llegó hizo lo que le había demandado su maestro. El caballo estaba tranquilo, y permaneció junto a él toda la tarde. Primero sereno. Luego empezó a trotar, trazando pequeños círculos al rededor de su amo, en los que iba cambiando de dirección, cada vez con más frecuencia. A continuación, los círculos empezaron a hacerse más y más grandes. Finalmente, hizo un relincho vigoroso, y desapareció al galope en la llanura.

Invadido por la duda, lo primero que pensó el joven, fue que si había aprendido algo, era una forma estúpida de perder un valioso corcel. En ese momento estuvo a punto de renunciar a su meta en la primera dificultad. Afortunadamente para él no lo hizo. La renuncia devalúa la madera de la que estamos hechos, y entrega algo de nosotros, que como todo lo de valor, es fácil de perder y costoso de recuperar.

El fervoroso deseo de obtener su propósito, le hizo recordar las palabras del anciano: “No pierdas ningún detalle”.

El joven cerró entonces los ojos, y reprodujo en su imaginación, cada uno de los movimientos de su caballo. "¡Claro!", pensó. "El caballo no fue libre cuando yo corté sus riendas. El caballo fue libre cuando se supo libre."

Contento por saberse victorioso en la primera prueba, el joven emprendió el camino de vuelta. Al llegar al río, cayó en la cuenta de que lo había cruzado a caballo, y que ahora a píe, los rápidos y la profundidad se lo impedirían. Creyó que la solución estaría en vadearlo en otro lugar, pero si se dirigía al nacimiento, pronto encontraba un enorme salto, y si se dirigía a la desembocadura, cada vez se hacía más rápido y profundo.

El aliento que le había conferido su primera victoria, lo llenó de coraje y saltó al agua. Tras las primeras brazadas vio como la orilla de enfrente se desplazaba a gran velocidad. Sintió tanto pánico, que volvió hacia atrás, saliendo del agua unos cuantos metros en dirección a la corriente.

- "Nunca cruzaré el río. Las patas de mi caballo eran fuertes, pero a mí, a mí me arrastrará hasta que pierda el fuelle, y acabaré ahogándome", se dijo desesperado.

Hizo noche en el río, pensando en abandonar y volver a casa.

- "Pero, ¿cómo?. Mi casa está al sur y para renunciar, también se hace preciso vadear el río."

Llevado por su entusiasmo, no se había percatado de que el viejo zorro lo había puesto en una tesitura sin elección.

La mañana siguiente, era como cualquier otra mañana de verano en aquellos lugares. El viento soplaba tenuemente moviendo la vegetación. Los animalitos continuaban con su despreocupada vida, y el río seguía allí, ignorando que fuera un problema para nadie. Fue entonces y sólo entonces, cuando Marat entendió que aquel río, era profundo y rápido sólo en su interior. Así que se sentó frente a él, cerró los ojos, y empezó a imaginarlo como aquel arroyo que, en cierta manera, le había conducido hasta allí. Y fue allí, en su interior, donde lo diseñó en calma y sin peligro. Luego trazó la línea recta que lo conducía hasta la otra orilla, y al abrir los ojos, cayó en la cuenta de que había nadado distancias como aquella cientos de veces. Que la velocidad del agua no debía preocuparle si no luchaba en su contra, y que si en su nado seguía aquella línea que había trazado en su mente, sólo tenía que dar una brazada después de la otra.

Volvió a saltar al agua, pero esta vez con los ojos cerrados. Los abrió cuando tocó las rocas de la otra orilla mucha distancia aguas abajo. En aquella majestuosa mañana de verano, un simple río le había enseñado que hay fronteras, que sólo son tales si así las vemos en nuestros corazones.

Eufórico, Marat tomó camino hacia la morada del Viejo Sabio. Y al llegar, encontró sólo una choza abandonada y polvorienta en medio de una llanura yerma. Donde imaginó un bello jardín, del que arrancó la hierba del rencor, y también la de la ofensa y la injusticia. Y las siguió arrancando cada mañana. Donde rompió en pedacitos la roca de los miedos y la desesperanza. Donde plantó el árbol de la prosperidad, y también el del amor. Donde dejó de sentirse arroyo, donde fue corriente.

domingo, 30 de octubre de 2011

COMPARACIONES





Debemos estar siempre atentos a nuestros razonamientos, ser siempre nosotros mismos y no caer en el pozo de las comparaciones. El que apoya su vida en la comparación con los demás, al final perderá su identidad, se perderá a si mismo...

Me viene a la mente un viejo cuento del entrañable Nasrudin....


El mulá Nasrudín iba vestido con una túnica harapienta y sucia. El gobernante lo increpó:

- "¿Cómo te atreves a presentarte ante mí en ese estado de suciedad? ¿Es que no te da vergüenza?"

- "Siempre estoy relativamente limpio", contestó Nasrudín. "En mi alforja guardo otra túnica y me la pondré cuando la que visto ahora esté más sucia que ésta."

- "Pero ¿cuándo las lavas?"

- "Nunca. Cada vez que la túnica que estoy usando está más sucia que la llevo en mi alforja, me la cambio. ¡Siempre estoy relativamente limpio!"


¡Ojo a las comparaciones! En la mayoría de los casos no son sino escusas para autoengañarnos....