Relax

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lunes, 22 de febrero de 2010

La Verdad

El rey había entrado en un estado de honda reflexión durante los últimos días. Estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas, entre otras por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder resolver este último interrogante, pidió que trajeran a su presencia a un ermitaño que moraba en un bosque cercano y que llevaba años dedicado a la meditación, habiendo cobrado fama de sabio y ecuánime.

Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del bosque.

--Señor, ¿qué deseas de mí? -preguntó ante el meditabundo monarca.

--He oído hablar mucho de ti -dijo el rey-. Sé que apenas hablas, que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.

--La gente dice, señor -repuso indiferente el ermitaño.

--A propósito de la gente quiero preguntarte -dijo el monarca-. ¿Cómo lograr que la gente sea mejor?

--Puedo decirte, señor -repuso el ermitaño-, que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar ciertas actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la verdad de orden superior y la clara comprensión. Esa verdad de orden superior tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordinaria.

El rey se quedó dubitativo. Luego reaccionó para replicar:

--De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.

El eremita sonrió levemente, pero nada dijo. Guardó un noble silencio.

El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Un escuadrón a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad. Se hizo público lo siguiente: “Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada”.

Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha hacia la ciudad. Su amado bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:

--¿Adónde vas?

--Voy camino de la horca para que podáis ahorcarme -repuso sereno el eremita.

El capitán aseveró:

--No lo creo.

--Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.

--Pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán-, habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.

--Así es -afirmó el ermitaño-.

Ahora usted sabe lo que es la verdad... ¡Su verdad!

viernes, 19 de febrero de 2010

Nasrudin


El célebre y contradictorio personaje sufí Mulla Nasrudín visitó la India. Llegó a Calcuta y comenzó a pasear por una de sus abigarradas calles. De repente vio a un hombre que estaba en cuclillas vendiendo lo que Nasrudín creyó que eran dulces, aunque en realidad se trataba de chiles picantes. Nasrudín era muy goloso y compró una gran cantidad de los supuestos dulces, dispuesto a darse un gran atracón. Estaba muy contento, se sentó en un parque y comenzó a comer chiles a dos carrillos. Nada más morder el primero de los chiles sintió fuego en el paladar. Eran tan picantes aquellos “dulces” que se le puso roja la punta de la nariz y comenzó a soltar lágrimas hasta los pies. No obstante, Nasrudín continuaba llevándose sin parar los chiles a la boca.

Estornudaba, lloraba, hacía muecas de malestar, pero seguía devorando los chiles. Asombrado, un paseante se aproximó a él y le dijo:

--Amigo, ¿no sabe que los chiles sólo se comen en pequeñas cantidades?

Casi sin poder hablar, Nasrudín comento:

--Buen hombre, créeme, yo pensaba que estaba comprando dulces.

Pero Nasrudín seguía comiendo chiles. El paseante dijo:

--Bueno, está bien, pero ahora ya sabes que no son dulces. ¿Por qué sigues comiéndolos?

Entre toses y sollozos, Nasrudín dijo:

--Ya que he invertido en ellos mi dinero, no los voy a tirar.

Moraleja: Toma lo mejor para tu evolución interior y arroja lo innecesario o pernicioso, aunque hayas invertido años en ello

lunes, 15 de febrero de 2010

Compartir

Hay que dar el justo valor a las cosas. Poseer, poseer, poseer... esto es lo que en múltiples ocasiones nos dicta nuestra mente. Nos olvidamos del bello acto de compartir lo que tenemos, de ser felices a través de la felicidad de los que nos rodean... y la mente sigue: poseer, poseer, poseer... es mío, es mío, es mío...

"A una estación de trenes llega una tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación.
Un poco fastidiada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista, luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.

Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.

La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.

Por toda respuesta, el joven sonríe... y toma otra galletita.
La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita. " No podrá ser tan caradura", piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.
Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.

- ¡Gracias! - dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
- De nada - contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
El tren llega.
Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: " Insolente".
Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas... ¡Intacto!

(Jorge Bucay)

Cuidado con las mentes ciegas de avaricia, codicia, insolidaridad... nos llevan por caminos deshumanizados.

domingo, 14 de febrero de 2010

El rencor


La vida es un cumulo de circunstancias y experiencias. Muchas de ellas buenas, otras no tanto y algunas malas o muy malas. La mente actual tiene una terrible tendencia a tomar en consideración solamente lo negativo. Nos olvidamos de aquellas cosas que tenemos, que son buenas y que solo valoramos cuando las perdemos: la salud, la amistad, el hogar, el poder practicar tu hobby preferido...
Nos pasamos el día pensando en un mal gesto del vecino, una mala palabra del compañero, una mirada desafiante de la pareja... y permanecemos todo el día pensando en ello. Y cada vez que repetimos el pensamiento, subimos un grado el enojo, la tensión, la ansiedad... Hemos perdido la capacidad de perdonar. No sabemos dejar lo desagradable atrás y valorar aquellas cosas buenas que nos da la vida. Es como el pastor al que el lobo de arrebata una de sus 100 ovejas, sale a su caza y olvida las otras 99. Y las pierde.
La persona que no sabe, puede o quiere perdonar y olvidar esta condenada. Esta condenada a cargar el resto de sus días con un pesado lastre: su pasado. O mejor dicho, las cosas desagradables del pasado.
Siempre hemos de aprender de nuestro pasado, de nuestra experiencia... pero no podemos permitir que una circunstancia negativa oculte todo lo bueno que hemos vivido.
A veces, la situación llega a ser tan complicada y tan neurótica, que la persona se convierte en obsesiva... Ve aquello que quiere ver y que no es otra cosa que el reflejo de la experiencia negativa... y la mente comienza a dar vueltas y vueltas... y la persona se convence...y no puede liberarse del pensamiento... y la persona se pierde... y pierde su presente y su futuro.
No hay mayor maldición que no tener capacidad de perdón y olvido. Esa persona esta condenada a permanecer el resto de su vida repitiendo y repitiendo sus recuerdos desagradables. Como un bucle eterno.
A corto o medio plazo estas personas están condenadas a la soledad, pues su visión de la existencia es triste y negativa. Nadie quiere esta con ellas, pues solo transmiten oscuridad y victimismo.
Como tuve una mala experiencia en el trabajo anterior, en este seguro que me va a ocurrir igual... siempre van contra mi... la gente me envidia y odia... yo y solo yo soy lo valido. Y como la persona espera encontrar esto... porque no ha podido olvidar la experiencia anterior... acaba propiciándolo. Y su mente le hace ver que la escena se vuelve a repetir... una y otro vez...
Seamos conscientes de lo que tenemos. Aprendamos de los errores y vivencias, ya sean buenos o malos, pero soltemos nuestros lastres... no nos aferremos a la oscuridad del rencor y el odio... caminemos hacia el presente y futuro. No merece la pena pasar nuestra fugaz vida pensando en lo que me dijo o me hizo alguien. Ya aprendí, pero sin rencor.
Perdona y crece.

viernes, 12 de febrero de 2010

Padres e hijos

Erase una vez un anciano que había perdido a su esposa y vivía solo. Había trabajado duramente como sastre toda su vida, pero los infortunios lo habían dejado en bancarrota, y ahora era tan viejo que ya no podía trabajar.

Las manos le temblaban tanto que no podía enhebrar una aguja, y la visión se le había enturbiado demasiado para hacer una costura recta. Tenía tres hijos varones, pero los tres habían crecido y se habían casado, y estaban tan ocupados con su propia vida que sólo tenían tiempo para cenar con su padre una vez por semana.

El anciano estaba cada vez más débil, y los hijos lo visitaban cada vez menos.
— No quieren estar conmigo ahora -se decía- porque tienen miedo de que yo me convierta en una carga.
Se pasó una noche en vela pensando qué sería de él y al fin trazó un plan.

A la mañana siguiente fue a ver a su amigo el carpintero y le pidió que le fabricara un cofre grande. Luego fue a ver a su amigo el cerrajero y le pidió que le diera un cerrojo viejo. Por último fue a ver a su amigo el vidriero y le pidió todos los fragmentos de vidrio roto que tuviera.

El anciano se llevó el cofre a casa, lo llenó hasta el tope de vidrios rotos, le echó llave y lo puso bajo la mesa de la cocina. Cuando sus hijos fueron a cenar, lo tocaron con los pies.
— ¿Qué hay en ese cofre? preguntaron, mirando bajo la mesa.
— Oh, nada -respondió el anciano-, sólo algunas cosillas que he ahorrado.

Sus hijos lo empujaron y vieron que era muy pesado. Lo patearon y oyeron un tintineo.
— Debe estar lleno con el oro que ahorró a lo largo de los años -susurraron.

Deliberaron y comprendieron que debían custodiar el tesoro. Decidieron turnarse para vivir con el viejo, y así podrían cuidar también de él. La primera semana el hijo menor se mudó a la casa del padre, y lo cuidó y le cocinó. A la semana siguiente lo reemplazó el segundo hijo, y la semana siguiente acudió el mayor. Así siguieron por un tiempo.

Al fin el anciano padre enfermó y falleció. Los hijos le hicieron un bonito funeral, pues sabían que una fortuna los aguardaba bajo la mesa de la cocina, y podían costearse un gasto grande con el viejo. Cuando terminó la ceremonia, buscaron en toda la casa hasta encontrar la llave, y abrieron el cofre. Por cierto, lo encontraron lleno de vidrios rotos.
— ¿Qué triquiñuela infame! -exclamó el hijo mayor-. ¡Qué crueldad hacia sus hijos!
— Pero, ¿qué podía hacer? -preguntó tristemente el segundo hijo-. Seamos francos. De no haber sido por el cofre, lo habríamos descuidado hasta el final de sus días.

— Estoy avergonzado de mí mismo -sollozó el hijo menor-. Obligamos a nuestro padre a rebajarse al engaño, porque no observamos el mandamiento que él nos enseñó cuando éramos pequeños. Pero el hijo mayor volcó el cofre para asegurarse de que no hubiera ningún objeto valioso oculto entre los vidrios. Desparramó los vidrios en el suelo hasta vaciar el cofre.

Los tres hermanos miraron silenciosamente dentro, donde leyeron una inscripción que el padre les había dejado en el fondo: “Honrarás a tu padre y a tu madre”.

jueves, 11 de febrero de 2010

El poder de la amabilidad

El Rey Gervasio era un hombre mayor y se encontraba enfermo. Sufría una penosa y larga enfermedad. Durante todo su reinado, había sido un rey próspero. Su pueblo había vivido feliz, se había autoabastecido, y él había reinado con justicia, equidad y sobre todo con armonía.

Los últimos años no habían sido tan felices para Gervasio y su reino. Enfermo y débil, sus fuerzas flaqueaban y su autoridad también. Sus tierras eran cada vez menos, su pueblo cada vez más pobre y la paz empezaba a desdibujarse en continuas disputas.

Gervasio había vivido toda su vida en el palacio y desde niño sabía por sus antepasados que existía en el sótano un cofre con cuatro llaves muy poderosas que abrían las puertas que uno quisiera. El rey jamás había hecho uso de ellas, dado que, como su reinado había sido muy exitoso, no le había hecho falta pedir nunca nada, ni conquistar otros lugares abriendo nuevas puertas.

Sabiendo que sus tiempos y sus fuerzas se acababan, decidió que era momento de hacer uso de aquellas llaves que durante tanto tiempo habían dormido en un arcón.

Convocó a sus caballeros, los reunió alrededor de una gran mesa tallada en madera y colocó el arcón en el medio de la mesa.

Les explicó que el reino debía buscar nuevos rumbos, detalló las pérdidas sufridas en todos sus años de enfermedad e hizo hincapié en la necesidad de hermanarse con reinos vecinos, y beneficiarse unos a otros.

– Conquistaremos cuanto pueblo encontremos a nuestro paso – Gritó entusiasmado uno de los caballeros llamado Galo.

– No se trata de conquistar a nadie. Se trata de hermanar, de ayudarnos unos a otros, nuestras tierras todavía no están tan deterioradas como para no ofrecerlas para que otros las trabajen también. Debemos unirnos a otros para subsistir ¿Se entiende? – preguntó preocupado Gervasio.

– ¿No someteremos? ¿No dominaremos? – Preguntó Yaco sorprendido.

– Nada de eso, se trata de intentar entrar a cada pueblo por la mejor puerta, por eso he traído estas llaves que jamás han sido usadas. Ellas tienen poderes que ni aún yo termino de conocer. Bien utilizadas, les abrirán todas las puertas, podremos pedir ayuda y ofrecerla y así beneficiarnos todos y salvar al reino de la ruina.

Las llaves eran cuatro, los caballeros también y cuatro los puntos cardinales. El rey abrió el cofre y entregó a cada uno una llave las que, sólo en apariencia, eran iguales.

– Hagan un buen uso de ellas y todos saldremos beneficiados – dijo el rey y se retiró a sus aposentos.

Cada caballero tomó una llave, montó su caballo y se dirigió a un punto cardinal diferente.

En aquellas épocas los pueblos tenían enormes puertas en sus entradas, a las cuales sólo los habitantes o visitantes ilustres accedían.

Si bien había muchos accesos, las puertas en esos tiempos significaban mucho más que ahora. Eran puertas grandes, simbólicas quizás, pero muy respetadas. El flujo comercial del pueblo giraba en torno a esa gran entrada, donde abundaban tiendas, vendedores ambulantes y hasta bufones callejeros.

Galo tomó el rumbo norte con su gran llave en la mochila. Su afán de conquista era tal que no tuvo en cuenta las palabras del rey. Entró a cada uno de los pueblos que se encontraban en esa dirección con la misma actitud, la de conquistar a toda costa y someter al pueblo en cuestión.

Si bien se suponía que la llave abriría cualquier puerta, no fue lo que le ocurrió a Galo. La actitud violenta con la que encaró a cada persona y con la que intentó forzar cada puerta, no tuvo respuesta. No fue bien recibido y ninguna de todas las puertas que forzó se pudo abrir. Entre más gritaba y forcejeaba con cada puerta, menos encajaba la llave. Sumada a la reacción adversa de la gente que no entendía la actitud de Galo, tuvo que retirarse sin haber podido cumplir lo solicitado por Gervasio. Volvió al palacio con una gran sensación de fracaso.

Yaco se dirigió hacia el Este, también montado en su caballo y con la llave entre sus ropajes. Era altanero y prepotente. Creyó que una orden del rey debía cumplirse a como diese lugar, aunque no fuese exactamente como el mismo rey lo había planteado, en forma pacífica.

Tampoco Yaco se daba cuenta que debía pedir ayuda y no exigir sometimiento, que el reino necesitaba colaboración y no generar pánico.

Recorrió todos los pueblos del Este con prepotencia y exigiendo que cada puerta que encontraba se abriese a su paso.

Ninguna de las puertas se abrió. Las golpeó hasta lastimarse las manos y generó temor en cada pueblo que visitó.

No habiendo obtenido absolutamente nada en todo su recorrido, emprendió su vuelta al palacio

– ¡Maldita llave! – gritó furioso y se alejó arrojando la misma por al aire. A su paso, sólo dejó desolación y temor.

Hacia el sur se dirigió Tiago, el iracundo. Galopaba a una velocidad que realmente impresionaba, ávido de conquistar a los pueblos sureños. Tampoco él había entendido que no había sido esa la petición del rey. Entró a cada pueblo como una tromba, tirando a su paso cuánta cosa, animal o persona se le ponía en el camino. Como tampoco de esa manera se le abrió ninguna puerta, comenzó a destrozarlas, aún así nada consiguió. Nadie atendió sus reclamos. Todos huyeron dejándolo sólo con su ira y su fracaso. Así volvió al palacio.

Una llave quedaba, un punto cardinal y un solo hombre: Simón, el pacífico. Simón partió del palacio trotando en forma ágil, pero tranquila en su blanco caballo. Tomó hacia el oeste, también con su llave a cuestas. Sin embargo, apenas piso el primer pueblo, decidió que no usaría la llave, sino que golpearía a sus puertas y entablaría conversación con las personas que allí estuviesen.

Así lo hizo, en cada pueblo donde estuvo, se presentó, relató lo que ocurría en el suyo, pidió ayuda y ofreció las tierras para trabajar.

Su modo era agradable, sencillo, gentil y hasta gracioso. En cada pueblo dejó un amigo y en ninguno hizo falta usar la llave.

Entabló vínculos, confraternizó con cada persona que conoció y obtuvo para su reino toda la ayuda necesaria, pero iría por más.

Tan feliz estaba Simón por su gestión que decidió entonces recorrer los pueblos de los otros tres puntos cardinales y allí pasó lo mismo.

Su sonrisa afable y su amabilidad aumentaron su número de amigos y por ende la ayuda para su reino.

Volvió triunfante y feliz.

Al reunirse los cuatro caballeros con Gervasio para ver los resultados de cada gestión, Galo, Yaco y Tiago se quejaron ante el rey por las inútiles llaves que de nada habían servido, puesto que ninguna había demostrado tener poder alguno.

– Hubiera sido lo mismo ir con una vara de madera – Gritó Galo.

– O con una rama de un árbol vieja y sin hojas – vociferó Yaco.

– O haber ido sin nada, total el mismo hubiera sido el resultado – Dijo por último Tiago.

Simón no habló, pero Gervasio ya sabía lo exitoso que había sido su viaje, no sólo por el pueblo entero, sino porque la ayuda ya empezaba a llegar.

– ¿Por qué nos diste esas llaves haciéndonos creer que podríamos abrir cualquier puerta con ellas? ¿Por qué? – Gritaban los tres caballeros furiosos.

Gervasio, con pocas fuerzas, pero sabiendo que había hecho lo correcto contestó.

– Les anticipé que ni siquiera yo sabía el alcance y poder de cada una de las llaves. Les dije también que debían hacer un buen uso de ellas y buenos serían los resultados. Ninguno de los tres cumplió, salta a la vista.

– Ejercimos el poder que las llaves nos daban, se suponía que con ellas nada nos sería imposible – contestó Tiago.

– Ejercieron un poder equivocado, el del abuso, la violencia y la ira. La prepotencia no es un poder, es una equivocación, un error. Generaron pánico, donde debían generar confianza, crearon enemigos, donde debían nacer amistades. El único que así lo entendió fue Simón.

Simón seguía callado y con la cabeza gacha, mirando su llave que yacía sobre la mesa de madera tallada.

– ¿Cómo te funcionó a ti? – Preguntó Yaco

– No me hizo falta usarla, no fue necesario.

Los caballeros creyeron que se trataba de una broma, entre incrédulos y ofendidos miraban a Gervasio y a Simón esperando una respuesta que los convenciera. Gervasio la tenía.

– Es evidente que la única llave que nos permite acceder a cualquier puerta y por ende a cualquier lugar es la de la gentileza y el buen trato. La educación y las buenas costumbres. La simpatía y el respeto. Simón no exigió, pidió. No gritó, conversó. No invadió, pidió permiso. No violentó, respetó. Esa fue su llave poderosa, esa fue la razón que hizo que todos los pueblos que visitara accedieran a ayudarnos y a que trabajásemos juntos por el bienestar de todos.

No fue fácil para los tres caballeros comprender las palabras del rey, como tampoco es sencillo para muchos de nosotros entender que no hay puerta que no se abra con un gesto de cariño o una sonrisa. Que no hay mayor poder que el amor y el respecto y que tal poder no entiende de cerraduras.


martes, 9 de febrero de 2010

Autocontrol y equilibrio


Cuidado con las primeras impresiones, con los impulsos... con los mandatos que nos de nuestra mente sin reflexionar. Siempre hay que meditar antes de actuar. Las conductas impulsivas generan mucho dolor y pesadumbre. Primero saber... luego actuar. No todo es lo que parece, ni lo que parece es.

"Durante la ocupación Satsuma de Okinawa, un Samurai que le había prestado dinero a un pescador, hizo un viaje para cobrarlo a la provincia Itoman, donde vivía el pescador. No siéndole posible pagar, el pobre pescador huyó y trató de esconderse del Samurai, que era famoso por su mal genio. El Samurai fue a su hogar y al no encontrarlo ahí, lo buscó por todo el pueblo. A medida que se daba cuenta de que se estaba escondiendo se iba enfureciendo.

Finalmente, al atardecer, lo encontró bajo un barranco que lo protegía de la vista. En su enojo, desenvainó su espada y le gritó: ¿"Qué tienes para decirme"?.

El pescador replicó, "Antes de que me mate, me gustaría decir algo. Humildemente le pido esa posibilidad".

El Samurai dijo, "Ingrato! Te presto dinero cuando lo necesitas y te doy un año para pagarme y me retribuyes de esta manera. Habla antes de que cambie de parecer."

"Lo siento", dijo el pescador. " Lo que quería decir era esto: Acabo de comenzar el aprendizaje del arte de la mano vacía y la primera cosa que he aprendido es el precepto: “Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano."

El Samurai quedó anonadado al escuchar esto de los labios de un simple pescador. Envainó su espada y dijo: "Bueno, tienes razón. Pero acuérdate de esto, volveré en un año a partir de hoy, y será mejor que tengas el dinero." Y se fue.

Había anochecido cuando el Samurai llegó a su casa y, como era costumbre, estaba a punto de anunciar su regreso, cuando se vio sorprendido por un haz de luz que provenía de su habitación, a través de la puerta entreabierta.

Agudizó su vista y pudo ver a su esposa tendida durmiendo y el contorno impreciso de alguien que dormía a su lado. Muy sorprendido y explotando de ira se dio cuenta de que era unsamurai!

Sacó su espada y sigilosamente se acercó a la puerta de la habitación. Levantó su espada preparándose para atacar a través de la puerta, cuando se acordó de las palabras del pescador: "Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano."

Volvió a la entrada y dijo en voz alta. "He vuelto". Su esposa se levantó, abriendo la puerta salió junto con la madre del Samurai para saludarlo. La madre vestida con ropas de él. Se había puesto ropas de Samurai para ahuyentar intrusos durante su ausencia.

El año pasó rápidamente y el día del cobro llegó. El Samurai hizo nuevamente el largo viaje. El pescador lo estaba esperando. Apenas vio al Samurai, este salió corriendo y le dijo: "He tenido un buen año. Aquí está lo que le debo y además los intereses. No sé cómo darle las gracias!"

El Samurai puso su mano sobre el hombro del pescador y dijo: "Quédate con tu dinero. No me debes nada. Soy yo el endeudado."


Autocontrol y equilibrio... Los sentidos conjurados con la mente nos pueden llevar a hacer cosas de los que no tardemos en arrepentirnos...

lunes, 8 de febrero de 2010

Justicia

"Hubo un mal día, que un miembro de la nobleza mató a una persona. Para no ser culpado, montó toda una escena del crimen que involucraba a uno de sus criados.

Entonces su criado fue a juicio, el mismo que ya estaba concertado con el juez para ser declarado culpable. Como ya se sabía que iba a ser condenado a la horca, el juez para abreviarse el trabajo de todo un proceso le dijo:

Yo te conozco y se que eres un hombre creyente, voy a dejar la decisión a Dios. He escrito dos papeles, en uno dice culpable y en el otro inocente, están aquí envueltos. Si coges el de inocente puedes irte libre, pero si a cambio coges el de culpable, lamentablemente tendré que condenarte.

El criado sabía que ambos papeles decían culpable. Entonces, cerró los ojos e imploró que Dios lo iluminara.

Luego de unos minutos, cogió uno de los papeles y se lo tragó. Entonces, el juez le dijo: ¡Qué has hecho!, ahora como decidiremos.

El criado dijo: Fácil, me he comido el papel que escogí. Habramos el otro y será su opuesto. Si el papel que quedó es culpable, me habré salvado."

domingo, 7 de febrero de 2010

En busca de la Felicidad

A la mayoría de las personas nos lleva toda nuestra vida encontrar lo que denominamos felicidad. La buscamos en el placer, las posesiones, el poder... y nos olvidamos de que todo ese "tipo de felicidad" no deja de ser algo insustancial, algo que va y viene, algo que antes o después nos abandona... No somos conscientes de que la autentica felicidad esta en nuestra interior, solo si la buscamos allí podremos, con esfuerzo y dedicación, conseguir la felicidad algún día.

"En cierta ocasion se reunieron todos los Dioses y decidieron crear al hombre y la mujer; planearon hacerlo a su imagen y semejanza, entonces uno de ellos dijo: esperen, si los vamos a hacer a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro, fuerza e inteligencia igual a la nuestra, debemos pensar en algo que los diferencie de nosotros, de no ser asi, estaremos creando nuevos dioses. Debemos quitarles algo, pero, Que les quitamos? Despues de mucho pensar uno de ellos dijo: ya se!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser donde esconderla para que no la encuentren jamas. Propuso el primero: Vamos a esconderla en la cima del monte mas alto del mundo; a lo que inmediatamente repuso otro: no, recuerda que les dimos fuerza, alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde esta. Luego propuso otro: Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar, y otro contesto: no, recuerda que les dimos inteligencia, alguna vez alguien va construir una esquina por la que pueda entrar y bajar y entonces la encontrara. Uno mas dijo: Escondamosla en un planeta lejano a la Tierra. Y le dijeron: No, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien va construir una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendran felicidad y serán iguales a nosotros. El ultimo de ellos, era un Dios que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás dioses, analizo en silencio cada una de ellas y entonces rompio el silencio y dijo: creo saber a donde ponerla para que realmente nunca la encuentren, todos voltearon asombrados y preguntaron al unisono: A donde? La esconderemos dentro de ellos mismos, estaran tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontraran. Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido asi, el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo."

viernes, 5 de febrero de 2010

13 Citas

1. Te quiero no por quien eres, sino por quien soy cuando estoy contigo.
2. Ninguna persona merece tus lágrimas, y quien se las merezca no te hará llorar.
3. Solo porque alguien no te ame como tu quieres, no significa que no te ame con todo su ser.
4. Un verdadero amigo es quien te toma de la mano y te toca el corazón.
5. La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener.
6. Nunca dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa.
7. Puedes ser solamente una persona para el mundo, pero para alguna persona tú eres el mundo.
8. No pases el tiempo con alguien que no esté dispuesto a pasarlo contigo.
9. Quizá la vida haga que conozcas mucha gente equivocada antes de que encuentres a la persona adecuada, para que cuando al fin la conozcas, sepas estar agradecido.
10. No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió.
11. Siempre habrá gente que te lastime, así que lo que tienes que hacer es seguir confiando y solo ser más cuidadoso en quien confías dos veces.
12. Conviértete en una mejor persona y asegúrate de saber quien eres antes de conocer a alguien más y esperar que esa persona sepa quien eres.
13. No te esfuerces tanto, las mejores cosas suceden cuando menos te las esperas. Vive!

jueves, 4 de febrero de 2010

El ruido

Caminaba con mi padre, cuando se detuvo en una curva y, después de un pequeño silencio, me preguntó:
- ¿Oyes algo más, que el cantar de los pájaros?
Agudicé mis oídos y algunos segundos después, le respondí:
- Sí, es el ruido de una carreta.
- Éso es, - me dijo. - Es una carreta vacía.
Pregunté a mi padre:
- ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la hemos visto?
Entonces, otra vez mas, me mostró su sabiduría:
- Es muy fácil darse cuenta: "Cuánto mas vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace"
"Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y tratando con superioridad a los demás... O a aquellos, que no pueden estar, sin el estímulo de parlantes o de un televisor, que impiden todo tipo de diálogo, tengo la impresión de oir la voz de mi padre diciendo:
- "Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace" Y a la vez : "cuánto se regocija el corazón, cuando vemos pasar una carreta repleta de carga preciosa... Silenciosa... Plena.

miércoles, 3 de febrero de 2010

El amor y el tiempo

Hubo un tiempo en el que en una isla muy pequeña, confundida con el paraíso, habitaban los sentimientos como habitamos hoy en la tierra. En esta isla vivían en armonía el Amor, la tristeza, y todos los otros sentimientos. Un día en uno de esos que la naturaleza parece estar de malas, el amor se despertó aterrorizado sintiendo que su isla estaba siendo inundada.

Pero se olvidó rápido del miedo y cuidó de que todos los sentimientos se salvaran. Todos corrieron y tomaron sus barcos y corrieron, y subieron a una montaña bien alta, donde podrían ver la isla siendo inundada pero sin que corriesen peligro.

Sólo el amor no se apresuró, el amor nunca se apresura. Él quería quedarse un poquito más en su isla, pero cuando se estaba casi ahogando el amor se acordó de que no debía morir. Entonces corrió en dirección a los barcos que partieron y gritó en busca de auxilio.

La Riqueza, oyendo su grito, trató luego de responder que no podría llevarlo ya que con el oro y con la plata que cargaba temía que su barco se hundiera.

Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría ayudarlo, una vez que el amor se hubiese ensuciado ayudando a los otros, ella, la Vanidad, no soportaba la suciedad.

Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza que se sentía tan profunda que no quería estar acompañada por nadie.


Paso también la Alegría, pero esta tan alegre estaba que no oyó la suplica del amor.

Sin esperanza el Amor se sentó sobre la última piedra que todavía se veía sobre la superficie del agua y comenzó a menguar.

Su llanto fue tan triste que llamó la atención de un anciano que pasaba con su barco. El viejito tomó al Amor en sus brazos y lo llevó hacia la montaña más alta, junto con los otros sentimientos.

Recuperándose, el amor le preguntó a la Sabiduría quién era el viejito que lo ayudo... a lo que ésta respondió..... "El Tiempo"..... el Amor cuestionó: ..."¿Por qué solo el Tiempo pudo traerme aquí?".... La Sabiduría entonces respondió:

"Por que sólo el Tiempo tiene la capacidad de ayudar al Amor a llegar a los lugares más difíciles"...

martes, 2 de febrero de 2010

Palabras

Hablamos, hablamos y hablamos.... Muchas veces nos vemos inmersos en un parloteo incesante. No sabemos mantener el silencio, no sabemos elegir las palabras adecuadas y necesarias. Buscamos algo que contar, que decir, sin pensar en los efectos que puede tener el mensaje que lanzamos. La mente muchas veces nos traiciona y nos sume en un torbellino de ideas que en la mayoría de las ocasiones nada aporta. El saber escuchar es signo de sabiduría, el saber que merece la pena ser dicho es prueba de madurez y equilibrio.

"El joven discípulo de un filósofo sabio lo visita y le dice:
- Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de vos con malevolencia.
- ¡Esperá! lo interrumpe el filósofo ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
- ¿Las tres rejas?
- Si. La primera es la VERDAD. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
- No. Lo oí comentar a unos vecinos.
- Al menos lo habrás hecho pasar por le segunda reja, que es la BONDAD. ¿Es bueno para alguien lo que me vas a decir?
- No. en realidad no. Al contrario ...
- La última reja es la NECESIDAD ¿Es necesario hacerme saber lo que tanto te inquieta?
- A decir verdad, no.
- Entonces, dijo el sabio sonriendo, si no es VERDADERO, ni BUENO, ni NECESARIO, sepultémoslo en el olvido"

lunes, 1 de febrero de 2010

Deseos

No son pocas las ocasiones en que guiados por cierta ceguedad, no sabemos ver lo que realmente tenemos o la valía que poseemos. Esto nos hace llegar a situaciones de ambición y deseos permanentes, buscando aquello que "necesitamos" y olvidando lo que ya tenemos. Esto tiene un riesgo, y no es otro que rompamos nuestro equilibrio, nos volvamos avariciosos, nuestra vida se convierta en un "deseo" continuo, impidiendo que disfrutemos de nuestro estado real. A veces el riesgo esta en que lo que se desea se puede convertir en realidad... y no siempre hemos medido las consecuencias. Dice una historia...


"Cuenta la leyenda que un humilde picador de piedra vivía resignado en su pobreza, aunque siempre anhelaba con deseo convertirse en un hombre rico y poderoso. Un buen día expresó en voz alta su deseo y cuál fue su sorpresa cuando vio que éste se había hecho realidad: se había convertido en un rico mercader.

Esto le hizo muy feliz hasta el día que conoció a un hombre aún más rico y poderoso que él. Entonces pidió de nuevo ser así y su deseo le fue también concedido. Al poco tiempo se cercioró de que debido a su condición se había creado muchos enemigos y sintió miedo.

Cuando vio cómo un feroz samurai resolvía las divergencias con sus enemigos, pensó que el manejo magistral de un arte de combate le garantizaría la paz y la indestructibilidad. Así que quiso convertirse en un respetado samurai y así fue.

Sin embargo, aún siendo un temido guerrero, sus enemigos habían aumentado en número y peligrosidad. Un día se sorprendió mirando al sol desde la seguridad de la ventana de su casa y pensó: "él si que es superior, ya que nadie puede hacerle daño y siempre está por encima de todas las cosas. ¡ Quiero ser el sol !".

Cuando logró su propósito, tuvo la mala suerte de que una nube se interpuso en su camino entorpeciendo su visión y pensó que la nube era realmente poderosa y así era como realmente le gustaría ser.

Así, se convirtió en nube, pero al ver cómo el viento le arrastraba con su fuerza, la desilusión fue insoportable. Entonces decidió que quería ser viento. Cuando fue viento, observó que aunque soplaba con gran fuerza a una roca, ésta no se movía y pensó: ¡ ella sí que es realmente fuerte: quiero ser una roca ! Al convertirse en roca se sintió invencible porque creía que no existía nada más fuerte que él en todo el universo.

Pero cuál fue su sorpresa al ver que apareció un picador de piedra que tallaba la roca y empezaba a darle la forma que quería pese a su contraria voluntad. Esto le hizo reflexionar y le llevó a pensar que, en definitiva, su condición inicial no era tan mala y que deseaba de nuevo volver a ser el picador de piedra que era en un principio."