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jueves, 4 de marzo de 2010

La Amistad

Érase una vez una mujer de una belleza tan extraordinaria que jamás pasaba inadvertida. Allí donde iba lograba atraer todas las miradas. Los habitantes del lugar sentían un inmenso deseo de conversar con ella, escucharla y, en definitiva, disfrutar de su compañía.

En el pueblo había también una muchacha muy hermosa, pero como era pobre y andrajosa, nadie se había fijado en ella, ni había mostrado el más mínimo interés en conocerla. La joven, triste y solitaria, pasaba horas observando a la her¬mosa y elegante dama. Al ver cómo todos la miraban maravillados deseó con todas sus fuerzas ocupar su sitio, pues también ella tenía ganas de abrir su corazón al prójimo, aunque por el momento nadie había querido compartir nada con ella.

Un buen día, la pobre muchacha se armó de valor y se acercó a la bella dama.
Perdone le dijo tímidamente, ¿podría pedirle un favor?
La mujer, que además de hermosa era extremadamente amable, se giró y le dedicó una amplia sonrisa.

Por supuesto -respondió-. ¿Cómo puedo ayudarte?

Y la joven, decidida, le contestó:

Pues mire usted, me pasa esto. Usted es tan bella y tan elegante que nadie le quita ojo y yo, en cambio, que soy pobre y harapienta, no consigo que nadie se fije en mí. Me haría enormemente feliz si me dejara esconderme bajo su hermosa capa y pasear con usted por el pueblo un día de éstos. De esta forma, cuando la gente se acercara a mirarla o a hablar con usted, también me estarían mirando y hablando conmigo.

Creo que también yo podría aportarles cosas interesantes que sin duda apreciarían, si tan sólo se me diera la oportunidad de hacerlo.
La hermosa y elegante dama aceptó de inmediato la oferta de la muchacha. A la mañana siguiente, la envolvió en su preciosa capa y juntas pasearon por el pueblo. Como era costumbre, allí donde ella iba la gente se detenía unos instantes para admirar la belleza de la dama, con la diferencia de que esta vez, al hacerlo, también se fijaban en la pobre chica en vuelta en su capa. Mientras caminaban, la bella dama hablaba con la muchacha, se interesaba por su vida y escuchaba con gran interés todo lo que la joven le contaba. Enseguida se percató de lo sabia y honesta que era la mozuela y pronto se hicieron grandes amigas. Tan grande fue su amistad que desde entonces nunca quisieron separarse. Hoy en día siguen recorriendo el mundo juntas.

1 comentario:

  1. Para mí, una lectura preciosa de cómo podemos hacernos buenos amigos de nosotros mismos, deesa parte de cada uno de nosotros que no aceptamos ni apreciamos... :') Gracias José!

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