Una leyenda australiana cuenta la historia de un hechicero que paseaba con sus tres hermanas cuando se les acercó el más famoso guerrero de aquellos tiempos.
—Quiero casarme con una de estas tres bellas doncellas —dijo.
—Si una de ellas se casa, las otras sufrirán. Busco una tribu en la que los guerreros puedan tener tres mujeres —respondió el hechicero, apartándose.
Durante tres años, caminó por el continente australiano, sin conseguir encontrar tal tribu.
—Por lo menos una de nosotras podría haber sido feliz —dijo una de las hermanas, cuando ya estaban viejos y cansados de tanto andar.
—Estaba equivocado —respondió el hechicero—. Pero ahora ya es tarde.
Y transformó a las tres hermanas en bloques de piedra, para que quien por allí pasase pudiese entender que la felicidad de uno no significa la tristeza de otros.
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