"Hubo un mal día, que un miembro de la nobleza mató a una persona. Para no ser culpado, montó toda una escena del crimen que involucraba a uno de sus criados.
Entonces su criado fue a juicio, el mismo que ya estaba concertado con el juez para ser declarado culpable. Como ya se sabía que iba a ser condenado a la horca, el juez para abreviarse el trabajo de todo un proceso le dijo:
Yo te conozco y se que eres un hombre creyente, voy a dejar la decisión a Dios. He escrito dos papeles, en uno dice culpable y en el otro inocente, están aquí envueltos. Si coges el de inocente puedes irte libre, pero si a cambio coges el de culpable, lamentablemente tendré que condenarte.
El criado sabía que ambos papeles decían culpable. Entonces, cerró los ojos e imploró que Dios lo iluminara.
Luego de unos minutos, cogió uno de los papeles y se lo tragó. Entonces, el juez le dijo: ¡Qué has hecho!, ahora como decidiremos.
El criado dijo: Fácil, me he comido el papel que escogí. Habramos el otro y será su opuesto. Si el papel que quedó es culpable, me habré salvado."
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