El Maestro Zen volvió justo en este momento y encontró al ladrón.
Dijo al extraño:
- Has hecho un largo camino para visitarme
- … y no deberías regresar con las manos vacías.
- Por favor, toma mis ropas de regalo.
El ladrón estaba asombrado, pero tomó las ropas y escapó.
El Maestro se sentó desnudo, observando la luna.
- Pobre hombre, murmuró.
- Hubiera querido darle esta hermosa luna.
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