Reflexiones sobre la vida humana y sus vicisitudes. Moralejas y lecciones de las que todos podemos aprender. Sobre la importancia de vivir el momento y tener la lucidez suficiente para saber disfrutarlo
Relax

jueves, 25 de agosto de 2011
CORBATAS
En ocasiones la vida nos pone en el camino experiencias que en el momento no sabemos interpretar e incluso las vemos inútiles y sin sentido... Sin embargo con el paso del tiempo todo acaba cobrando su lógica.... Dice así un viejo cuento....
Un hombre avanza desesperado por el desierto. Acaba de beber la última gota de agua de su cantimplora. El sol sobre su cabeza y los buitres que lo rondan anuncian un final inminente.
—¡Agua! —grita—. ¡Agua! ¡Un poco de agua!
Desde la derecha ve venir a un beduino en un camello que se dirige hacia él.
—¡Gracias a Dios! —dice—. ¡Agua por favor... agua!
—No puedo darte agua —le dice el beduino—. Soy un mercader y el agua es necesaria para viajar por el desierto.
—Véndeme agua —le ruega el hombre—. Te pagaré...
—Imposible “efendi”. No vendo agua, vendo corbatas.
—¿¿¿Corbatas???
—Sí, mira qué maravillosas corbatas... Estas son italianas y están de oferta, tres por diez dólares... Y estas otras, de seda de la India, son para toda la vida... Y éstas de aquí...
—No... No... No quiero corbatas, quiero agua... ¡Fuera! ¡Fueraaaaa!
El mercader sigue su camino y el sediento explorador avanza sin rumbo fijo por el desierto.
Al escalar una duna, ve venir desde la izquierda otro mercader.
Entonces corre hacia él y le dice:
—Véndeme un poco de agua, por favor...
—Agua no —le contesta el mercader—, pero tengo para ofrecerte las mejores corbatas de Arabia...
—¡¡¡Corbatas!!! ¡No quiero corbatas! ¡Quiero agua! —grita el hombre desesperado.
—Tenemos una promoción —insiste el otro—. Si compras diez corbatas, te llevas una sin cargo...
—¡¡¡No quiero corbatas!!!
—Se pueden pagar en tres cuotas sin intereses y con tarjeta de crédito. ¿Tienes tarjeta de crédito?
Gritando enfurecido, el sediento sigue su camino hacia ningún lugar.
Unas horas más tarde, ya arrastrándose, el viajero escala una altísima duna y desde allí otea el horizonte.
No puede creer lo que ven sus ojos. Adelante, a unos mil metros, ve claramente un oasis. Unas palmeras y un verdor increíble rodean el azul reflejo del agua.
El hombre corre hacia el lugar temiendo que sea un espejismo. Pero no, el oasis es verdadero.
El lugar está cuidado y protegido por un cerco que cuenta con un solo acceso custodiado por un guardia.
—Por favor, déjeme pasar. Necesito agua... agua. Por favor...
—Imposible, señor. Está prohibido entrar sin corbata.
Todo lo que nos ocurre en nuestra existencia acaba por cobrar sentido en algún momento....
domingo, 21 de agosto de 2011
AMANECERES Y OCASOS
El sol se despedía del Imperio Tré. El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo. Iban conversando sobre la vida.
- “¿Qué es lo que más te gusta de la vida, anciana?”
La viejecilla del molino amarillo se entretenía en lanzar los ojos hacia el ocaso.
- “Los atardeceres”
El vasallo preguntó, confundido:
- “¿No te gustan más los amaneceres? Mira que no he visto cosa más hermosa que el nacimiento del sol allá, detrás de las verdes colinas de Tré”
Y, reafirmándose en lo dicho, agregó:
- “¿Sabes?... Yo prefiero los amaneceres.”
La anciana dejó sobre el piso la canastilla de espigas que sus arrugadas manos llevaban. Dirigiéndose hacia el vasallo, con tono de voz dulce y conciliador, dijo:
- “Los amaneceres son bellos, sí. Pero las puestas de sol me dicen más. Son momentos en los que me gusta reflexionar y pensar mucho. Son momentos que me dicen cosas de mí misma.”
- “¿Cosas? ¿De ti misma...?”, inquirió el vasallo. No sabía a qué se refería la viejecilla con aquella frase.
Antes de cerrar la puerta del molino amarillo, la anciana añadió:
- “Claro. La vida es como un amanecer para los jóvenes como tú. Para los ancianos, como yo, es un bello atardecer. Lo que al inicio el precioso, al final llega a ser plenamente hermoso. Por eso prefiero los atardeceres... ¡mira!”
La anciana apuntó con su mano hacia el horizonte. El sol se ocultó y un cálido color rosado se extendió por todo el cielo del Imperio Tré. El vasallo guardó silencio. Quedó absorto ante tanta belleza.
viernes, 19 de agosto de 2011
FLEXIBILIDAD
El discípulo fue a visitar al maestro en el lecho de muerte.
- "Déjame en herencia un poco de tu sabiduría", le pidió.
El sabio abrió la boca y pidió al joven que se la mirara por dentro
- “¿Tengo lengua?”
- "Seguro", respondió el discípulo.
- "¿Y los dientes, tengo aún dientes?"
- "No", replicó el discípulo. "No veo los dientes."
- "¿Y sabes por qué la lengua dura más que los dientes? Porque es flexible. Los dientes, en cambio, se caen antes porque son duros e inflexibles. Así que acabas de aprender lo único que vale la pena aprender."
Suscribirse a:
Entradas (Atom)