Reflexiones sobre la vida humana y sus vicisitudes. Moralejas y lecciones de las que todos podemos aprender. Sobre la importancia de vivir el momento y tener la lucidez suficiente para saber disfrutarlo
Relax
jueves, 30 de junio de 2011
RUTINA
Había una vez un hombre muy pobre que vivía a la entrada de un profundo bosque. Apenas tenía para vivir y siempre se estaba quejando de su suerte miserable.
Una noche, cuando se disponía a cenar, alguien llamó a la puerta de su casa. Era un monje errante que le pidió alojamiento por esa noche. El hombre le acogió amablemente, compartió con él su humilde cena y luego le cedió su propia cama para que pasara la noche.
A la mañana siguiente, antes de partir, el monje le dijo:
— Has sido amable y hospitalario conmigo, por eso, en agradecimiento, te voy a confiar un tesoro. Delante mismo de la puerta de tu casa, ahí, en ese espeso bosque, vive un animal fabuloso que se llama Satori. Su vida transcurre en la copa de los árboles, allí come y duerme. El que consiga cazarlo no tendrá que preocuparse nunca más por nada; podrá conseguir todo lo que desee y vivirá en paz el resto de su vida.
El hombre se puso muy contento, y cuando el monje partió, fue al pueblo, compró un hacha e inmediatamente se puso a talar árboles.
"Con un poco de suerte -pensaba- lo sorprendo mientras duerme y antes de que se dé cuenta lo habré cazado".
Pero el animal Satori era muy sabio y muy viejo, y además poseía la facultad de leer el pensamiento; por eso, cada vez que el hombre se acercaba al árbol donde él estaba, captando sus intenciones, se trasladaba a otro árbol cualquiera.
Así pasó el tiempo. Cada vez que el hombre se acercaba, el animal Satori se cambiaba de árbol. El hombre había talado ya muchos árboles, y aprovechaba la madera para venderla como leña en el pueblo.
Así sus problemas económicos se habían solucionado. Llegó el día en que ni siquiera pensaba en el animal. Cortaba un árbol, recogía la madera y se iba. El animal Satori también había dejado de temerle. No captaba en él ningún pensamiento amenazador.
Una mañana, estaba el hombre como de costumbre cortando un árbol, cuando el animal Satori cayó a sus pies. Estaba durmiendo en la copa del árbol y no había podido detectar en la mente del hombre ni un solo pensamiento que le avisara de su presencia.
martes, 28 de junio de 2011
DISTANCIA
Un día, Meher Baba preguntó a sus mandalíes:
- ¿Por qué las personas se gritan cuando están enojadas?
Los hombres pensaron durante unos momentos.
- Porque pierden la calma- dijo uno-, por eso se gritan.
- Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? –preguntó Baba-. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿por qué gritas a una persona cuando estás enojado?
Los hombres dieron algunas otras respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía al maestro Meher Baba. Finalmente, él explicó:
- Cuando dos personas están enojadas y discuten, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esta distancia, deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojadas estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse la una a la otra a través de esa gran distancia.
Luego, Baba preguntó:
- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Pues que no se gritan, sino que se hablan suavemente, ¿por qué?... Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña.
Los discípulos lo escuchaban absortos y Meher Baba continuó:- Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede? Los enamorados no hablan, sólo susurran y se acercan más en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es, observad lo cerca que están dos personas que se aman. Así pues, cuando discutáis, no dejéis que vuestros corazones se alejen, no digáis palabras que los distancien más. Llegará un día en que la distancia será tanta que ya no encontrareis el camino de regreso.
- ¿Por qué las personas se gritan cuando están enojadas?
Los hombres pensaron durante unos momentos.
- Porque pierden la calma- dijo uno-, por eso se gritan.
- Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? –preguntó Baba-. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿por qué gritas a una persona cuando estás enojado?
Los hombres dieron algunas otras respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía al maestro Meher Baba. Finalmente, él explicó:
- Cuando dos personas están enojadas y discuten, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esta distancia, deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojadas estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse la una a la otra a través de esa gran distancia.
Luego, Baba preguntó:
- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Pues que no se gritan, sino que se hablan suavemente, ¿por qué?... Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña.
Los discípulos lo escuchaban absortos y Meher Baba continuó:- Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede? Los enamorados no hablan, sólo susurran y se acercan más en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es, observad lo cerca que están dos personas que se aman. Así pues, cuando discutáis, no dejéis que vuestros corazones se alejen, no digáis palabras que los distancien más. Llegará un día en que la distancia será tanta que ya no encontrareis el camino de regreso.
UN NIÑO (Helen Buckley)
“Una vez el pequeño niño fue a la escuela. Era muy pequeñito y la escuela muy grande. Pero cuando el pequeño niño descubrió que podía ir a su clase con sólo entrar por la puerta del frente, se sintió feliz.
Una mañana, estando el pequeño niño en la escuela, su maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. Qué bueno- pensó el niño, a él le gustaba mucho dibujar, él podía hacer muchas cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y botes. Sacó su caja de colores y comenzó a dibujar.
Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de empezar, y ella esperó a que todos estuvieran preparados. Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar flores. ¡Qué bueno! - pensó el niño, - me gusta mucho dibujar flores, y empezó a dibujar preciosas flores con sus colores.
Pero la maestra dijo: - Esperen, yo les enseñaré cómo, y dibujó una flor roja con un tallo verde. El pequeño miró la flor de la maestra y después miró la suya, a él le gustaba más su flor que la de la maestra, pero no dijo nada y comenzó a dibujar una flor roja con un tallo verde igual a la de su maestra.
Otro día cuando el pequeño niño entraba a su clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer algo con barro. ¡Qué bueno! pensó el niño, me gusta mucho el barro. Él podía hacer muchas cosas con el barro: serpientes y elefantes, ratones y muñecos, camiones y carros y comenzó a estirar su bola de barro.
Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de comenzar y luego esperó a que todos estuvieran preparados. Ahora, dijo la maestra, vamos a moldear un plato. ¡Qué bueno! pensó el niño. A mí me gusta mucho hacer platos y comenzó a construir platos de distintas formas y tamaños.
Pero la maestra dijo: -Esperen, yo les enseñaré cómo y ella les enseñó a todos cómo hacer un profundo plato. -Aquí tienen, dijo la maestra, ahora pueden comenzar. El pequeño niño miró el plato de la maestra y después miró el suyo. A él le gustaba más su plato, pero no dijo nada y comenzó a hacer uno igual al de su maestra.
Y muy pronto el pequeño niño aprendió a esperar y mirar, a hacer cosas iguales a las de su maestra y dejó de hacer cosas que surgían de sus propias ideas.
Ocurrió que un día, su familia, se mudó a otra casa y el pequeño comenzó a ir a otra escuela. En su primer día de clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. Qué bueno pensó el pequeño niño y esperó que la maestra le dijera qué hacer.
Pero la maestra no dijo nada, sólo caminaba dentro del salón. Cuando llegó hasta el pequeño niño ella dijo: ¿No quieres empezar tu dibujo? Sí, dijo el pequeño ¿qué vamos a hacer? No sé hasta que tú no lo hagas, dijo la maestra. ¿Y cómo lo hago? - preguntó. Como tú quieras contestó. ¿Y de cualquier color? De cualquier color dijo la maestra. Si todos hacemos el mismo dibujo y usamos los mismos colores, ¿cómo voy a saber cuál es cuál y quién lo hizo? Yo no sé, dijo el pequeño niño, y comenzó a dibujar una flor roja con el tallo verde.”
EL PICADOR DE PIEDRA
Cuenta la leyenda que un humilde picador de piedra vivía resignado en su pobreza, aunque siempre anhelaba con deseo convertirse en un hombre rico y poderoso. Un buen día expresó en voz alta su deseo y cuál fue su sorpresa cuando vio que éste se había hecho realidad: se había convertido en un rico mercader.
Esto le hizo muy feliz hasta el día que conoció a un hombre aún más rico y poderoso que él. Entonces pidió de nuevo ser así y su deseo le fue también concedido. Al poco tiempo se cercioró de que debido a su condición se había creado muchos enemigos y sintió miedo.
Cuando vio cómo un feroz samurai resolvía las divergencias con sus enemigos, pensó que el manejo magistral de un arte de combate le garantizaría la paz y la indestructibilidad. Así que quiso convertirse en un respetado samurai y así fue.
Sin embargo, aún siendo un temido guerrero, sus enemigos habían aumentado en número y peligrosidad. Un día se sorprendió mirando al sol desde la seguridad de la ventana de su casa y pensó: "él si que es superior, ya que nadie puede hacerle daño y siempre está por encima de todas las cosas. ¡ Quiero ser el sol !".
Cuando logró su propósito, tuvo la mala suerte de que una nube se interpuso en su camino entorpeciendo su visión y pensó que la nube era realmente poderosa y así era como realmente le gustaría ser.
Así, se convirtió en nube, pero al ver cómo el viento le arrastraba con su fuerza, la desilusión fue insoportable. Entonces decidió que quería ser viento. Cuando fue viento, observó que aunque soplaba con gran fuerza a una roca, ésta no se movía y pensó: ¡ ella sí que es realmente fuerte: quiero ser una roca ! Al convertirse en roca se sintió invencible porque creía que no existía nada más fuerte que él en todo el universo.
Pero cuál fue su sorpresa al ver que apareció un picador de piedra que tallaba la roca y empezaba a darle la forma que quería pese a su contraria voluntad. Esto le hizo reflexionar y le llevó a pensar que, en definitiva, su condición inicial no era tan mala y que deseaba de nuevo volver a ser el picador de piedra que era en un principio.
lunes, 20 de junio de 2011
LA MENTE CONFLICTIVA
Nuestra mente es un mar embravecido... lo quiere todo y no quiere nada, y ello a la vez... Se desboca a la primera oportunidad, nos sume en pensamientos obsesivos y neuróticos... en ocasiones nos asfixia en su tempestuoso quehacer... La vía para controlarla es la meditación, la reflexión y el análisis de nuestros actos... Solo mediante la compresión de sus mecanismos estaremos en posición de poder domarla, de poder vivir desde la esencia de nuestro ser y no desde las ilusiones de nuestro pensamiento...
Ilustrativo es el cuento que transcribo...
Se trataba de dos monjes que habían emprendido una peregrinaci por los lugares más sagrados de China. El abad del monasterio había hecho llamar antes de la partida al monje más mayor y le había dicho:
—No dejes de dirigir la perspicacia mental de tu compañero cuando haya lugar para ello. Que no se limite a visitar lugares santos, porque si la mente no va despejándose, ¿de qué sirven todas las peregrinaciones del mundo? No hay lugar más santo que la comprensión de una mente clara y libre.
Los dos monjes caminaban diligentes de uno a otro lugar sacro. Visitaban monasterios, centros de peregrinación, santuarios y templos.
—Pero no hay peregrinación más importante que la que hacemos a la mente serena dentro de nosotros a través de la meditación —dijo el monje mayor.
El monje joven se encogió de hombros y sonrió con autosuficiencia. Era mucho más divertido peregrinar de aquí para allá que sentarse como un santurrón en meditación. El monje mayor meditaba todas las noches antes de disponerse a conciliar el sueño. El monje joven cedía a su pereza y se abstenía de meditar.
Pasaron las semanas. El monje mayor preguntó al joven:
—¿Qué tal está tu mente?
—¿A qué viene esa pregunta? —replicó molesto el monje joven—. Mi mente está perfecta. La siento libre de toda alteración, equilibrada y atenta.
—Te felicito —repuso el monje mayor.
Atardecía. Reinaba un silencio perfecto. Los monjes se dispusieron a tomar el último alimento del día. Se sentaron y tomaron sus respectivas escudillas. Abrieron una especie de pequeña tartera que incluía dos piezas de alimento: una grande y una pequeña. El monje mayor alargó la mano y se apropió de la grande. Indignado, el monje joven dijo:
—¡Qué descaro! ¡Parece increíble! No has dudado un momento en coger el trozo grande.
—Así es —dijo apaciblemente el monje mayor.
—¡Es una vergüenza! —exclamó en el colmo de la irritación el monje joven—. ¡Y encima no te disculpas!
—Cálmate —dijo el monje mayor—. Dime, ¿tú qué hubieras hecho?
—Te aseguro que yo hubiera cogido el trozo pequeño en lugar del grande.
—Entonces, mi buen amigo, ¿dónde está el problema? Ya lo tienes.
viernes, 17 de junio de 2011
LA TOLERANCIA
Cuatro formas de tolerancia
Maestro Hsing Yun
La mayor fuerza de la humanidad no consiste en armas de fuego, puños, ni en un poderío militar, sino en la capacidad de tolerancia. Todo tipo de fuerza debe inclinarse delante de quien tolera.
Hay cuatro principios para la tolerancia:
1. No responder a las blasfemias
Cuando somos insultados, provocados o acusados injustamente debemos responder con el silencio. Si respondemos de la misma forma cuando somos víctimas de la blasfemia, nos igualamos con aquellos que nos insultan, rebajando nuestro nivel. Si nos mantenemos en silencio usándolo como arma contra las blasfemias, evocando la conciencia de quien las pronunció, esta fuerza es, naturalmente, mayor.
2. Mantenerse calmo frente a los infortunios
Cuando nos encontramos con personas que nos quieren incomodar derrumbar u oprimir, debemos enfrentarlas con calma, evitando cualquier confrontación. No responder con un puñetazo cuando se recibe uno, ni responder con un puntapié cuando se recibe otro, pues de esta confrontación nadie sale vencedor. Si la intención es buscar venganza de un odio momentáneo, no alcanzará el éxito de grandes hazañas.
3. Compasión frente a la envidia y el odio
Frente a la envidia y el odio de otros no debemos responder igualmente con odio y envidia, sino con corazón abierto y alma compasiva, ofrecer nuestra amistad y mostrarles nuestra intención pacífica, demostrando así, con educación, nuestra superioridad.
4. Gratitud frente a las difamaciones
Si alguien lo insulta y difama, no se enoje con quien lo provocó, sino acuérdese de los beneficios que esa persona le proporcionó en el pasado y sea agradecido por eso. Principalmente, no se olvide de que en el fango más inmundo crece la impecable flor de loto. Cuanto más oscuro es el lugar, mayor es la necesidad de mantener encendida la luz del alma. Por lo tanto, ante las difamaciones, aquellos que nos difaman deben ser influenciados con ética, compasión y misericordia; solamente así la superaremos, con moralidad y tolerancia.
El verdadero vencedor tiene la fuerza de la tolerancia y el coraje de asumirla frente a los insultos, opresiones
Maestro Hsing Yun
La mayor fuerza de la humanidad no consiste en armas de fuego, puños, ni en un poderío militar, sino en la capacidad de tolerancia. Todo tipo de fuerza debe inclinarse delante de quien tolera.
Hay cuatro principios para la tolerancia:
1. No responder a las blasfemias
Cuando somos insultados, provocados o acusados injustamente debemos responder con el silencio. Si respondemos de la misma forma cuando somos víctimas de la blasfemia, nos igualamos con aquellos que nos insultan, rebajando nuestro nivel. Si nos mantenemos en silencio usándolo como arma contra las blasfemias, evocando la conciencia de quien las pronunció, esta fuerza es, naturalmente, mayor.
2. Mantenerse calmo frente a los infortunios
Cuando nos encontramos con personas que nos quieren incomodar derrumbar u oprimir, debemos enfrentarlas con calma, evitando cualquier confrontación. No responder con un puñetazo cuando se recibe uno, ni responder con un puntapié cuando se recibe otro, pues de esta confrontación nadie sale vencedor. Si la intención es buscar venganza de un odio momentáneo, no alcanzará el éxito de grandes hazañas.
3. Compasión frente a la envidia y el odio
Frente a la envidia y el odio de otros no debemos responder igualmente con odio y envidia, sino con corazón abierto y alma compasiva, ofrecer nuestra amistad y mostrarles nuestra intención pacífica, demostrando así, con educación, nuestra superioridad.
4. Gratitud frente a las difamaciones
Si alguien lo insulta y difama, no se enoje con quien lo provocó, sino acuérdese de los beneficios que esa persona le proporcionó en el pasado y sea agradecido por eso. Principalmente, no se olvide de que en el fango más inmundo crece la impecable flor de loto. Cuanto más oscuro es el lugar, mayor es la necesidad de mantener encendida la luz del alma. Por lo tanto, ante las difamaciones, aquellos que nos difaman deben ser influenciados con ética, compasión y misericordia; solamente así la superaremos, con moralidad y tolerancia.
El verdadero vencedor tiene la fuerza de la tolerancia y el coraje de asumirla frente a los insultos, opresiones
miércoles, 15 de junio de 2011
DE TI DEPENDE...
Unos obreros estaban picando piedras frente a un enorme edificio en construcción.
Se acercó un visitante a uno de los obreros y le preguntó:
-¿Qué están haciendo ustedes aquí?
El obrero lo miró con dureza y le respondió:
-¿Acaso usted está ciego para no ver lo que hacemos? Aquí, picando piedras como esclavos por un sueldo miserable y sin el menor reconocimiento. Vea usted ese mismo cartel. Allá ponen los nombres de Ingenieros, Arquitectos, pero no ponen los nuestros que somos los que trabajamos duro y dejamos en la obra el pellejo.
El visitante se acercó entonces a otro obrero y le preguntó lo mismo.
-Aquí, como usted bien puede ver, picando piedras para levantar este enorme edificio. El trabajo es duro y está mal pagado, pero los tiempos son difíciles, no hay mucho trabajo y algo hay que hacer para llevar la comida a los hijos.
Se acercó el visitante a un tercer obrero y una vez más le preguntó lo que estaba haciendo. El hombre le contestó con gran entusiasmo:
-Estamos levantando un Hospital, el más hermoso del mundo. Las generaciones futuras lo admirarán impresionados y escucharán el entrar y salir constante de las ambulancias, anunciando el auxilio de Dios para los hombres. Yo no lo veré terminado, pero quiero ser parte de esta extraordinaria aventura.
El mismo trabajo, el mismo sueldo, la misma falta de reconocimiento; una misma realidad. Tres maneras distintas de vivirla: como esclavitud; como resignación; como pasión, aventura y desafío.
Piensa que el mundo es un infierno y lo será. Piensa que este mundo es parte del Paraíso y lo será.
Vivir con ilusión, convertir el trabajo en una fiesta, sentirnos parte de las buenas obras...
¡De ti depende!
Se acercó un visitante a uno de los obreros y le preguntó:
-¿Qué están haciendo ustedes aquí?
El obrero lo miró con dureza y le respondió:
-¿Acaso usted está ciego para no ver lo que hacemos? Aquí, picando piedras como esclavos por un sueldo miserable y sin el menor reconocimiento. Vea usted ese mismo cartel. Allá ponen los nombres de Ingenieros, Arquitectos, pero no ponen los nuestros que somos los que trabajamos duro y dejamos en la obra el pellejo.
El visitante se acercó entonces a otro obrero y le preguntó lo mismo.
-Aquí, como usted bien puede ver, picando piedras para levantar este enorme edificio. El trabajo es duro y está mal pagado, pero los tiempos son difíciles, no hay mucho trabajo y algo hay que hacer para llevar la comida a los hijos.
Se acercó el visitante a un tercer obrero y una vez más le preguntó lo que estaba haciendo. El hombre le contestó con gran entusiasmo:
-Estamos levantando un Hospital, el más hermoso del mundo. Las generaciones futuras lo admirarán impresionados y escucharán el entrar y salir constante de las ambulancias, anunciando el auxilio de Dios para los hombres. Yo no lo veré terminado, pero quiero ser parte de esta extraordinaria aventura.
El mismo trabajo, el mismo sueldo, la misma falta de reconocimiento; una misma realidad. Tres maneras distintas de vivirla: como esclavitud; como resignación; como pasión, aventura y desafío.
Piensa que el mundo es un infierno y lo será. Piensa que este mundo es parte del Paraíso y lo será.
Vivir con ilusión, convertir el trabajo en una fiesta, sentirnos parte de las buenas obras...
¡De ti depende!
sábado, 11 de junio de 2011
AUTOESTIMA
Comparto esta bella reflexión de autoestima:
Un joven con problemas de autoestima fue a visitar a un sabio para que lo ayude con su problema
Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada.
Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto.
Cómo puedo mejorar? Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le dijo:
Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema.
Quizá después…- y haciendo una pausa agregó:
si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después talvez te pueda ayudar.
E…encantado, -maestro- titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el maestro. Se quitó el anillo en el dedo pequeño, y dándoselo al muchacho, agregó: toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado.
Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda.
Es necesario que obtengas la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro.
Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés,hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían,otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien personas, abatido por su fracaso montó su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
-Maestro- dijo - lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto al valor del anillo.
Que importante lo que dijiste joven amigo, - contestó sonriente el maestro.
-Debemos saber primero el verdadero valor del anillo.
Vuelve a montar y vete al joyero.
Quién mejor que él para saberlo?
Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él.
Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas.
Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender YA, no puedo dar más de 58 monedas de oro por su anillo
58 MONEDAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Exclamó el joven.
Sí, replicó el joyero- yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé…. si la venta es urgente….
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate- dijo el maestro después de escucharlo.
-Tu eres como este anillo: una joya, valiosa y única.
Y como tal, sólo puede revaluarte un verdadero experto.
Qué haces pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Todos somos como esta joya, valiosos y únicos, y andamos por los mercados de la vida pretendiendo que gente inexperta nos valore.
Un joven con problemas de autoestima fue a visitar a un sabio para que lo ayude con su problema
Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada.
Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto.
Cómo puedo mejorar? Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le dijo:
Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema.
Quizá después…- y haciendo una pausa agregó:
si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después talvez te pueda ayudar.
E…encantado, -maestro- titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el maestro. Se quitó el anillo en el dedo pequeño, y dándoselo al muchacho, agregó: toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado.
Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda.
Es necesario que obtengas la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro.
Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés,hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían,otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien personas, abatido por su fracaso montó su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
-Maestro- dijo - lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto al valor del anillo.
Que importante lo que dijiste joven amigo, - contestó sonriente el maestro.
-Debemos saber primero el verdadero valor del anillo.
Vuelve a montar y vete al joyero.
Quién mejor que él para saberlo?
Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él.
Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas.
Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender YA, no puedo dar más de 58 monedas de oro por su anillo
58 MONEDAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Exclamó el joven.
Sí, replicó el joyero- yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé…. si la venta es urgente….
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate- dijo el maestro después de escucharlo.
-Tu eres como este anillo: una joya, valiosa y única.
Y como tal, sólo puede revaluarte un verdadero experto.
Qué haces pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Todos somos como esta joya, valiosos y únicos, y andamos por los mercados de la vida pretendiendo que gente inexperta nos valore.
domingo, 5 de junio de 2011
REFLEXIONES SOBRE EL AMOR
No pidas más de mí; esto es todo lo que soy. No te pases todo el día revisando mis ausencias, anotando mis faltas, multando mis desaciertos, porque empezaré a ser como tú quieres que sea, en lugar de ser quien soy. Y cuando eso suceda, cuando sea menos sensible, más dulce, menos gritón, más equilibrado, más comprensivo, seré el producto de sumas y restas hechas por ti, no por mí.
No te conviertas en mi alfarero. No lo intentes, porque de ser así, yo sería una obra tuya, un títere para manejar a tu antojo, pero lejos de mí mismo. Déjame ser simplemente, no es que me idolatre, ni que me encuentre maravilloso, perfecto, impecable. Sucede que ese soy yo, ni maravilloso, ni perfecto, ni impecable, pero auténticamente mío. Eso es; yo te amo y tú me amas, pero yo soy mío y tú eres tuya. Terminamos creyendo que es mejor controlar que crecer. Hay que aceptarnos sin odiarnos, a ser felices sin destruirnos.
Amarnos, tú a mí y yo a ti, tal como somos; ¿Quieres que lo intentemos?
Esta frase tan vieja y tan manoseada: la convivencia es muy difícil, ¿Quieres que hoy pase a ser un absurdo? Tratemos simplemente de entendernos como dos personas diferentes, nacidas en familias diferentes y con diferentes capacidades y objetivos. Eso sí; con el mismo amor, en eso no nos equivoquemos. Podremos tener distintas formas de demostrarlo, pero siempre me ha gustado una por vez, mientras dure, una sola.
Ser capaz de tener un sólo amor es sumamente difícil, porque tener muchos, eso sí que es fácil, realmente muy fácil…
Así que tú toca el violín y yo el piano, cada uno como sepa… Lo importante es que si suenan juntos, sea la misma melodía. Ningún virtuosismo; sólo lo mejor que podamos, y así tú con tu violín y yo con mi piano encontraremos que la vida es música. Esto sirve para la pareja, pero también sirve para los amigos, para los hijos, hermanos y todo ser humano.
La unidad que vive más allá de la adversidad, no es una vida absurda, es la vida misma llena de juego, de dolor, de risas.
Sólo recuerda que yo te amo más por tus defectos que por tus virtudes, ya que si algún día lloras, mi misión de hacerte feliz habrá fracasado, ya que de hoy en adelante vivo sólo para hacerte feliz, sin importar que tanto de lo que tanto reciba, ya que sólo con tenerte a mi lado soy el ser más feliz del universo, y sólo lo que pido al señor es tenerte junto a mí de hoy en adelante, ya que si él te puso en mi camino él sabrá cuando despojarme de ti, pero mientras déjame hacerte feliz pero ayúdame contándome lo que te pasa, lo que te angustie para ayudarte a sentirte mejor.
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