Dos hombres habían compartido injusta prisión durante largo tiempo en donde recibieron todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez libres, volvieron a verse años después. Uno de ellos preguntó al otro:
- "¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros?"
- "No, gracias a Dios ya lo olvidé todo", contestó. "¿Y tú?"
- "Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas", respondió el otro.
Su amigo lo miró unos instantes, luego dijo:
- "Lo siento por ti. Si eso es así, significa que aún te tienen preso"
Querido Jose, qué cierta es la moraleja de este cuento... ¡Hay que ver lo presos que nos tienen nuestros rencores! Y peor aún cuando se entremezclan otros sentimientos como el amor o la ira. Entonces sí que está uno perdido.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo desde el norte
No hay nada como liberarse del rencor y del odio... la sensación de liberación es tremenda. Un abrazo Beatriz.
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